Page 189 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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CONQUISTA DE GAZA 183
Alejandro púsose en marcha desde Tiro hacia comienzos del año 532; avanzó
sin haber encontrado resistencia en la ciudad fortificada de Ace, que cierra la
entrada a la Siria palestina, y llegó delante de las murallas de Gaza, acampando
en el lado sur, donde más fácilmente vulnerable parecían aquéllas; inmediata
mente ordenó construir y emplazar las máquinas necesarias para el asalto. Pero
los ingenieros militares declararon que la altura de la colina en que estaba em
plazada la ciudad impedía montar máquinas capaces de llegar a ella y
quebrantarla. Sin embargo, Alejandro no podía dejar aquella fortaleza intacta por
nada del mundo; cuanto más insoluble encontraban el problema sus colaborado
res, más ardía él en deseos de resolverlo, de convertir también aquí lo imposible
en una realidad. Para ello ordenó construir por la parte sur, la más asequible de
todas, un terraplén que llegase a la altura de la colina sobre la que se alzaban las
murallas. Este trabajo fué ejecutado con una rapidez sorprendente; una~vez termi
nado, las máquinas se adosaron a la muralla y entraron en acción al amanecer
del día siguiente. Mientras tanto, Alejandro, coronado y con sus arreos de guerra,
sacrificaba a los dioses y esperaba un presagio; de pronto —así cuentan las
fuentes— voló sobre el altar un pájaro de presa y dejó caer una piedrecilla sobre
la cabeza del rey, quedando luego apresado entre el cordaje de una de las má
quinas; un adivino llamado Aristandro interpretó aquel presagio en el sentido de
que el rey conquistaría la ciudad, pero debiendo guardarse de algo malo en aquel
día. Alejandro permaneció cerca de las máquinas, que trabajaban bastante eficaz
mente por quebrantar las murallas de la ciudad. De pronto, los sitiados hicieron
una salida con una violencia enorme, arrojando fuego sobre los techos protectores
y las máquinas, disparando desde la alta muralla sobre los macedonios que tra
bajaban en las máquinas y pugnaban por extinguir el fuego, y acosándolos de tal
modo que empezaban a retirarse ya del terraplén. Alejandro, no pudiendo ya
contenerse, avanzó a la cabeza de sus hipaspistas, cubrió los sitios donde mayor
era el peligro y lanzó de nuevo a la lucha a sus macedonios, consiguiendo, por
lo menos, que 110 quedase totalmente desamparado el terraplén; en esto cayó
sobre él un dardo lanzado por una catapulta y, atravesándole la coraza, se le clavó
en el hombro. El rey fué derribado por el golpe, los enemigos, llenos de alborozo,
presionaron más y más y los macedonios retiráronse del terraplén.
La herida del rey era dolorosa, pero no peligrosa; la mitad del presagio había
resultado cierta; ahora faltaba que se cumpliese también la parte agradable del
mismo. Las máquinas que habían roto las murallas de Tiro acababan de llegar,
embarcadas, al cercano puerto de Mayuma; para poder emplearlas, Alejandro or
denó que se construyesen concéntricamente a los muros de la ciudad terraplenes
de mil doscientos pies de ancho por doscientos cincuenta de alto; al mismo tiempo,
fueron minadas las murallas, las cuales se derrumbaron en algunos sitios por su
propio peso y en otros por efecto de los golpes de ariete descargados sobre ellas.
Los sitiadores lanzáronse al asalto por las brechas abiertas; fueron rechazados y
repitieron el intento por segunda y por tercera vez; finalmente, al cuarto asalto,
cuando las falanges avanzaban por todas partes, se derrumbaban nuevos y nuevos