Page 194 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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188                    OCUPACION  DEL  EGIPTO

          Cómo  Alejandro  se  hizo  cargo  de  ellas  y  pensaba  realizarlas  lo  revelan  las
      cosas que emprendió  inmediatamente  desde  Menfis.
          Dejó  una  fuerte  guarnición  en  la  plaza  de  Pelusión,  situada  en  la  punta
      oriental  del  delta  del  Nilo,  de  donde,  a  la  primavera  siguiente,  saldría  la  expedi­
      ción hacia las  tierras  interiores  del Asia.  Desde  Menfis,  salió  con los  hipaspistas,
      la  agema  de  la  caballería  macedonia,  los  agríanos  y  los  arqueros,  siguiendo  el
      brazo occidental del Nilo,  hacia  Canope,  y desde aquí,  costeando,  hasta  un  lugar
      llamado  Rakotis,  antiguo  puesto  fronterizo  entre  el  Egipto  y  Libia.  Era  un  lu­
      gar situado en una lengua  de tierra  de ocho  millas de largo  que  separa del mar la
      laguna de Mareotis y delante de la cual,  como a siete estadios  de la  costa,  se alza
      la  isla  de  Faros,  la  isla  de  los  perros  marinos  de  los  cantos  homéricos.  El  rey
      dióse  cuenta  de  lo  extraordinariamente  adecuado  que  era  aquella  faja  de  tierra
      situada  entre  la  laguna  y  el  mar  para  fundar  una  ciudad  y  aquella  ensenada
      para  establecer  un  gran  puerto,  al  abrigo  de  casi  todos  los  vientos.
          Cuenta  la  tradición  que  Alejandro  quiso  trazar  inmediatamente  a  Deinó-
      crates,  su  arquitecto,  el  plano  de  la  ciudad,  las  calles  y  las  plazas,  el  emplaza­
      miento  de los  templos  para  los  dioses  helénicos  y  la  Isis  egipcia.  Y,  no  teniendo
      a  mano  otros  materiales,  hizo  que  sus  macedonios  fuesen  dibujando  sobre  el
      suelo,  con harina, las líneas  del  plano;  a la  vista  de la  harina,  acudieron  volando
      de  todas  partes  innumerables  pájaros,  signo  que  el  prudente  Aristandro  interpre­
      tó  en  seguida  como  presagio  de  la  futura  prosperidad  y  del  vasto  comercio  de  la
      ciudad  que acababa  de  fundarse.  Sabido es  en  qué  proporciones  tan  extraordina­
      rias se  cumplieron  este presagio  y la  idea  que  inspirara  a  Alejandro;  la  población
      de la nueva ciudad creció  con una  rapidez increíble,  su  comercio  unió  en  seguida
      al  mundo  occidental  con  el  continente  de  la  India,  recién  abierto  al  mundo,  y
      Alejandría,  la  ciudad  de  Alejandro,  se  convirtió  en  el  centro  de  la  vida  helénica
      durante los  siglos  siguientes,  en  la  patria  de  la  cultura  y  la  literatura  universales
      que  afluían  de  oriente  y  occidente  y  en  el  más  hermoso  y  duradero  de  los  mo­
      numentos  elevados a  su  gran  fundador.
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