Page 199 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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FINAL  DE  LA  FLOTA  PERSA                193

      primavera  del  año  332,  las  naves  fenicias  y  chipriotas  se  retiraron  a  sus  puertos,
      a  pesar  de  lo  cual  Farnabazo  y  Autofrádates  siguieron  en  el  mar  Egeo  con  los
      restos  de  su  escuadra,  tan  débil  ya  que  sólo  podían  mantenerse  en  posesión  de
      Tenedos,  Lesbos,  Quíos y Cos  con gran esfuerzo y gracias a la  ayuda  que  recibían
      de los  tiranos instituidos  o  favorecidos  por ellos.  Sólo  mantenían  contacto  directo
      con el  rey Agis,  pues la  prudencia  y  firme  actitud  de  Antipáter les  había  privado
      de  toda  influencia  en  el  resto  de  la  Hélade;  pero  el  movimiento  que  aquel  rey
      confiaba  desencadenar  en  el  Peloponeso,  con  ayuda  de  ellos,  había  fracasado
      también  al  irse  disolviendo,  poco  a  poco,  el  poder  marítimo  de  los  persas,  y  lo
      único que Agis logró fué la ocupación de Creta por su hermano Agesilao.
          Entretanto,  la  flota  macedónica,  al  mando  de  los  nauarcas  Egelojo  y  Anfó­
      tero,  había  ido  adquiriendo  tal  superioridad  en  las  aguas  griegas  que  en  el  año
      332  los  de Tenedos,  que sólo a  la  fuerza  habían  trocado la  alianza  con  Alejandro
      por el yugo persa,  abrieron  a los  macedonios  sus  puertos y  proclamaron  de  nuevo
      la  alianza  que  a  ellos  les  unía.  Siguieron  su  ejemplo  los  de  Quíos,  quienes,  tan
      pronto  como  se  presentó  en  su  rada  la  flota  macedonia,  se  levantaron  en  armas
      contra  los  tiranos  y  la  guarnición  persa  y  abrieron  las  puertas  de  la  ciudad.  El
      almirante  persa Farnabazo,  que  se  encontraba  en  el  puerto  de  Quíos  con  quince
      trieras,  y los  tiranos  de la  isla  cayeron  en  manos  de  los  macedonios;  y  durante  la
      noche,  cuando  Aristónico,  el  tirano  de  Metimna  en  Lesbos,  apareció  con  unas
      cuantas  naves  piratas  delante  del  puerto,  creyendo  que  se  hallaba  aún  en  poder
      de  los  persas,  la  guardia  macedonia  del  puerto  le  dejó  entrar  y,  una  vez  dentro,
      pasó  a  cuchillo  a la  dotación  de  las  trieras  y  llevó  al  tirano  a  la  ciudadela,  como
      prisionero.  El  prestigio  de  los  persas  y  de  sus  partidarios  iba  decreciendo  cada
      vez  más;  Rodas  había  enviado  ya  diez  trieras  a  la  flota  macedonia  delante  de
      Tiro;  ahora los  de  Cos  desertaron también de la  causa  persa;  y mientras Anfótero
      se  dirigía  hacia  aquella  isla  con  sesenta  naves,  Egelojo  se  trasladaba  a  Lesbos
      con el resto de la  flota.  En esta  isla,  Cares,  que en el  año  anterior fracasara  en  su
      golpe  sobre  Metimna,  había  logrado  reunir  2,000  mercenarios,  ocupando  la  ciu­
      dad  de  Mitilene  y  jugando  al  señor  en  nombre  de  Darío;  el  viejo  estratega  ater
      niense,  cuyo propósito no era lanzarse a  grandes  empresas,  capituló  bajo  la  condi­
      ción de  que le  dejasen retirarse  con sus  tropas,  en  unión  de  las  cuales  se  trasladó
      a la  isla ateniense  de  Imbros y  de  allí  a  Tenaro,  el  gran  mercado  de  mercenarios.
      La entrega de Mitilene infundió también a las otras ciudades de la isla el  deseo  de
      recobrar la  libertad;  todas  ellas  renovaron  su  constitución  democrática.  Tras  esto,
      Egelojo  se  hizo  a  la  vela  hacia  la  isla  de  Cos,  que  se  hallaba  ya  en  manos  de
      Anfótero.  La  única  que  seguía  en  poder  de  los  espartanos  era  la  de  Creta;  Anfó­
      tero  se  encargó  de  reducirla  y  se  dirigió  hacia  sus  costas  con  una  parte  de  la
      flota,  mientras  Egelojo  se  trasladaba  al  Egipto  con  los  otros  barcos,  para  comu­
      nicar personalmente  el  resultado  de  la  lucha  victoriosa  contra  el  poder  marítimo
      de los  persas  y,  al  mismo  tiempo,  entregar  a  los  prisioneros,  menos  a  Farnabazo
      que  había  huido  en  la  isla  de  Cos.  Alejandro  ordenó  que  los  tiranos  fuesen  de­
      vueltos a las comunidades  sojuzgadas  por ellos,  para  que los  juzgaran;  únicamente
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