Page 195 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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CAPITULO III
Preparativos persas.—Final de la flota persa.—Alejandro en el oasis de Ammán.—
Marcha de Alejandro a través de Siria, por el Eufrates y sobre el Tigris.— Ba
talla de Gaugamela.—Alejandro en Babilonia.— Ocupación de Susa.— Expe
dición a Persépolis.
E l o r g u l l o s o derecho de la victoria representa siempre la victoria de un de
recho superior, del derecho que confiere una tensión más alta de energías, un
desarrollo más elevado, la fuerza propulsora de una nueva idea preñada de porve
nir. Esta clase de victorias envuelven de suyo la crítica de lo que, habiendo exis
tido y regido hasta entonces, no es va capaz de seguir desanroIlándoseTcfe lo*que
pareciaTue^'y^ieguro de sí, pero era, en realidad, enfermo y precario. Al llegar
estos momentos, ni la tradición ni el derecho heredado, ni el amor a la paz ni
la virtud ni ningún otro valor personal pueden contener la potencia arrolladora
de lo que tiene ya inscrito sobre su frente el destino de la grandeza histórica.
Los hombres que la representan, victoriosos mientras encuentran campo para
osar, para luchar, para derribar a sus adversarios, construyen destruyendo, crean
unjmmdo nuevo, pero de entre las ruinas, de entre el montón de escombros de
sus destrucciones. Y sus victorias y sus destrucciones constructivas les sobrevi
ven en su obra.
PREPARATIVOS PERSAS
Las tradiciones de la historia de Alejandro subrayan con mayor empeño
el contraste entre él y Darío, entre el héroe de la acción y el héroe de la pasión.
Pintan a Darío como a un rey dulce, noble, leal, prototipo de respeto hacia su
madre y de amor y de cariño para con su esposa y sus hijos, venerado por los
persas gracias a su espíritu justiciero, a su bravura caballeresca, a su sentido
de la majestad. Y es posible que en otros tiempos, en tiempos de paz, hubiese
sido un rey como rara vez lo habría visto el trono de Persia; pero este hombre,
arrastrado por un torbellino de acontecimientos, a los que tal vez un Cambises
o un Artajerjes Ojos habrían sabido hacer frente, no reparó en recurrir incluso a
planes indignos y hasta criminales para salvarse y salvar su imperio, sin haber
conseguido con ello otra cosa que la dolorosa conciencia de no estar ya del todo
libre de culpa en aquello contra lo que luchaba en vano. Y a medida que crecía
el peligro, aumentaban también el desconcierto, la falta de firmeza y el desafuero
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