Page 190 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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184                     CONQUISTA  DE  GAZA

      sectores  de los  muros  y las  máquinas  demoledoras  seguían  trabajando  incansable­
      mente,  y  cuando  ya  los  valientes  árabes  contaban  demasiados  muertos  y  heridos
      para  poder  seguir  ofreciendo  la  resistencia  necesaria  en  todos  los  sectores,  los
      hipaspistas  lograron  tender  puentes  de  asalto  sobre  las  brechas  abiertas  y  sobre
      los  escombros  de  los  muros  derrumbados,  abrir  las  puertas  de  par  en  par  y  dar
      entrada  en  la  ciudad  al  ejército  entero.  En  las  calles  de  la  ciudad  comenzó  una
      lucha  todavía  más  enconada;  los  valientes  vecinos  defendían  sus  puestos  hasta  la
      muerte.  Una  espantosa  sangría  puso  fin  a  esta  terrible  jomada,  en  la  que  se  dice
      que  perecieron  unos  diez  mil  defensores  de  la  ciudad;  sus  mujeres  y  sus  niños
      fueron vendidos como esclavos. El vencedor se apoderó de un rico botín,  compues­
      to  principalmente  de  especias  árabes,  pues  la  ciudad  de  Gaza  era  un  arsenal  de
      estos  valiosos  productos.  Alejandro  concentró  en  esta  ciudad  la  población  de  las
      localidades  filisteas  y  arábigas  circundantes;  situó  en  ella  una  guarnición  perma­
      nente y la convirtió en una plaza de armas tan importante para la  Siria como para
      el  Egipto.
          Según  las  tradiciones  judaicas,*  Alejandro,  después  de  la  caída  de  Gaza,
      emprenHKTuha  expedición  a  las  regiones  judía  y  samaritana;  según  rezan  estas
      fuentes a que nos referimos, en las cercanías de Jerusalén salieron a recibirle el alto
      sacerdote  acompañado  de  los  sacerdotes  y  de  mucha  gente  vestida  de  fiesta  y  le
      saludaron como al hombre que,  según  estaba  escrito en los  libros  sagrados,  acaba­
      ría con la dominación de los persas. Alejandro,  siempre según las  mismas  fuentes,
      se mostró en todo atento y respetuoso con ellos,  no tocó p a r a   n a d a   a   sus leyes,  les
      concedió libertad  de  censo  una  vez  cada  siete  años  y  elevó  un  solemne  sacrificio
      ante el altar de Jehová,  siguiendo las  instrucciones  del  alto  sacerdote.  Se  cuentan,
      además,  otras  cosas,  contradictorias  algunas  de  ellas,  del  paso  de  Alejandro  por
      Jerusalén.
          Permítasenos  decir  aún  algunas  palabras  acerca  de  la  estancia  de  Alejandro
      en Siria. Las escasas noticias que las fuentes antiguas nos transmiten sobre el nuevo
      orden  de  cosas  implantado  en  estos  territorios  no  nos  dan,  ni  remotamente,  una
      idea  clara  de ello,  ni  nos  permiten  siquiera llegar a  comprender  si  en  este  país  se
      procedió  del  mismo  modo  y  con  arreglo  al  mismo  esquema  que  en  las  satrapías
      del Asia  Menor.
          Sin  embargo,  tenemos  un  elemento  complementario  de  juicio:  el  que  nos
      ofrecen  las  monedas.  Como  sabemos,  las  monedas  de  plata  acuñadas  en  el  Asia
      Menor hasta  el Tauro y  que  ostentan  el  conocido  cuño  de Alejandro,  pertenecen
      en  su  totalidad  a las  clases  de  monedas  alejandrinas  acuñadas  en  la  época  de  los
      diadocos y con posterioridad a ella; entre estas ciudades hay algunas de las  que po­
      demos  demostrar  que  ya  en  época  de  Alejandro  y  durante  los  años  en  que  su
      imperio  subsistía  en cuanto  a  la  forma  (hasta  el  año  306)  acuñaron  monedas  de
      cuño propio;  de donde podemos llegar a la  conclusión de  que las  ciudades  griegas
      del Asia Menor,  al igual  que las  de la liga  licia,  fueron convertidas  por Alejandro
      en estados libres,  aliados a él,  que dentro de  su  independencia  como  estados  ejer­
         *  Véase nota  8,  al  final.
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