Page 183 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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SITIO DE TIRO 177
los agríanos y los arqueros, el rey cruzó los hermosos valles enclavados en la
cordillera del Líbano; algunas ciudadelas de los árabes fueron asaltadas, otras
rindiéronse voluntariamente y todas ellas reconocieron la soberanía del rey mace
donio, que a los once días regresaba de nuevo a Sidón, a donde acababan de
arribar, oportunísimamente, cuatro mil mercenarios griegos, reclutados por Cle-
nadro. Los preparativos para poner sitio a Tiro en toda regla estaban tan
adelantados que Alejandro, después de haber reforzado la dotación de sus naves
con hipaspistas para tener una superioridad decidida sobre los tirios en el com
bate naval abierto y, sobre todo, en el abordaje, pudo hacerse a la mar, saliendo
de la rada de Sidón. Puso proa a la ciudad de Tiro en orden completo de
combate, en el ala izquierda Crpatero y Pnitágoras y él mismo, con los reyes
chipriotas y fenicios, en la derecha; su plan era desplazar inmediatamente del
mar, a ser posible, mediante una batalla, a la flota tiria, obligando luego a la
ciudad a rendirse, por medio de un asalto o de un bloqueo.
La ciudad tiene dos puertos naturales, los dos situados en la paite de la
isla que mira a tierra, el sidonio a la derecha del dique construido por los mace
donios y el egipcio a la izquierda, al abrigo del mar abierto por la puerta avan
zada que forma la parte meridional de la isla. Los tirios, hasta que supieron
que Alejandro tenía a su disposición las escuadras chipriota y fenicia, tenían in
tenciones de presentarle batalla en el mar; pero desistieron de su propósito al
ver dibujarse en el horizonte la línea de la flota enemiga, que tenía varias millas
de largo y a cuyos barcos, tres veces más numerosos que los suyos, no podían
ellos enfrentarse, sobre todo teniendo en cuenta que debían defender sus dos
puertos contra un ataque del enemigo, el cual, si se realizaba y tenía éxito,
mermaría todavía más sus fuerzas navales. Contentáronse, pues, con bloquear la
estrecha boca del puerto norte con una apretada fila de trieras cuyos espolones
miraban hacia el mar, haciendo imposible toda tentativa de ruptura de la línea
defensiva. Alejandro, una vez que su escuadra estuvo a la altura de Tiro, esperó
a que la flota enemiga saliese a presentarle batalla y cuando vió que no aparecía
ningún barco tirio, ordenó remar a toda marcha hacia la ciudad, tal vez con la
esperanza de conquistar el puerto por medio de una acometida violenta. Pero
la apretada fila de trieras que cerraba la estrecha bocana le obligó a desistir de
aquel empeño; sólo se logró echar a pique tres barcos enemigos, los que se
habían aventurado más lejos del puerto; sus tripulaciones se salvaron nadando
hasta la cercana orilla.
Alejandro ordenó a la flota estacionarse junto a la costa, no lejos del dique,
donde estaba al abrigo del viento. A la mañana siguiente comenzó el bloqueo de
la ciudad. Los barcos chipriotas, al mando del almirante Andrómaco y de sus
propios reyes, bloqueaban el puerto norte, mientras que los fenicios, en los que
seguía el propio Alejandro, se situaba delante del puerto egipcio. Ahora tratá
base de acercar las máquinas y las torres a las murallas lo bastante para abrir
brecha en ellas o apoyar puentes de asalto sobre sus almenas. El extremo del
dique hallábase cubierto por multitud de máquinas y, además, habíanse utili