Page 173 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
P. 173
AGITACION EN LA HELADE 167
hacerlo como al rey de Asia, no como si te dirigieses a un igual tuyo, sino expo
niendo tus deseos al dueño y señor de cuanto antes era tuyo con la debida
reverencia, ya que en caso contrario me veré obligado a tratarte como a quien
ofende a mi real majestad. Y si opinas de otro modo en lo tocante a la posesión
de este reino, aguárdame para medir de nuevo tus armas conmigo en campo
abierto, pero sin huir; yo, por mi parte, te aseguro que te buscaré donde quiera
que te escondas.”
Suponiendo que esta carta fuese enviada tal y como ha llegado a nosotros,
no cabe duda de que no había sido redactada solamente para que la leyera su
destinatario, sino como un manifiesto que el vencedor dirigía a la par a los
pueblos de Asia y a los helenos.
AGITACIÓN EN LA HELADE
También a los helenos. La flota de los persas se encontraba todavía en el
mar Egeo y su proximidad daba pábulo a la agitación en los estados de la Hélade.
Una victoria cualquiera lograda por aquellos barcos, un desembarco un poco
audaz en el istmo o en Eubea, es indudable que habría puesto en pie de guerra
a los helenos y acarreado consecuencias incalculables, exponiendo a Macedonia a
peligros muy serios. Esto parece que fué la causa de que Alejandro tardase
tanto en partir de Gordión; desde allí, en caso necesario, habría podido llegar
al Helesponto en quince días de marcha. Es posible que fuese la noticia del
envío a Trípoli de los mercenarios helenos arrancados a la flota lo que le decidió
a ponerse en camino; sabía que, después de aquella sangría, los movimientos de
la escuadra persa, privada, además, de los buques estacionados en Trípoli, no
podrían pasar de mera ostentación.
Pero no era así, ni mucho menos, como pensaban los patriotas de la Hélade.
Su ánimo sentiríase crecido al ver cómo Egelojo, asustado ante la valiente deci
sión de los atenienses de enviar al mar cien trieras, dejaba en libertad a los
barcos de Atenas retenidos en el Helesponto; y mucho más al saber que la guar
nición macedonia de Mitilene se había visto obligada a capitular, que toda la
isla retornaba a la paz de Antálcídas, que Tenedos no había tenido más remedio
que abandonar los tratados concertados con Alejandro y con la liga corintia para
acogerse de nuevo a aquella paz. La gloriosa paz de Antálcidas era para el
patriotismo de los helenos el principio salvador, la bandera bajo la cual soñaban
con enterrar la vergüenza de la liga corintia. En la tribuna de los oradores de
Atenas había llegado a pedirse sin el menor recato la ruptura con Alejandro a
pesar de los tratados vigentes; “en ellos se dice —exclamó el orador— si queremos,
participar de la paz común; eso significa que podemos también querer lo con
trario” .
La flota persa seguía dominando el mar Egeo, a pesar de los pequeños des
calabros sufridos por Datames. Después de la toma de Tenedos, los almirantes
persas habían enviado al Helesponto una escuadra al mando de Aristómenes con