Page 31 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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TRAYECTORIA  HISTORICA  DE  GRECIA              21

      de  los  soldados  mercenarios  y  las  masas  de  emigrados  quebrantaban  todo  orden
      sólido  y  desmoralizaban  a  los  hombres.
          Ni  la  misma  Tebas  se  sentía  lo  bastante  fuerte  para  mantener  en  pie  las
      cosas nuevas  que  había  creado;  temía  que  Esparta  y Atenas  denunciasen  cerca  de
      la  corte  persa  la  fundación  de  Megalopolis  y  de  Mesenia  como  una  infracción
      de  la  paz  “ordenada  por  el  gran  rey”  y  pudiesen  obtener  dinero  para  desenca­
      denar  nuevas  luchas.  Pelópidas  había  sido  enviado  con  algunos  hombres  del
      Peloponeso  a  Susa,  donde  había  ya  embajadores  de  Esparta  y  a  donde  no  tarda­
      ron  en  llegar  otros  de  Atenas.  Aquellos  hombres  helénicos  exhibieron  ante  el
      gran  rey y su  corte  toda la  basura  de  su  patria,  pero  Pelópidas  logró  imponerse  a
      los  demás.  El  gran  rey  ordenó  que  los  mesenios  siguiesen  siendo  autónomos,
      que  los  atenienses  retirasen  sus  barcos  a  tierra  y  que  Anfípolis  gozase  de  auto­
      nomía  bajo  el  protectorado  del  reino  persa;  quien  se  resistiese  a  ejecutar  estas
      órdenes  sería  combatido  por las  armas;  la  ciudad  que  no  quisiera  tomar  parte  en
      la acción sería la primera en sufrir las consecuencias.
          Era  la  paz  de  Antálcidas,  pero  ahora  a  favor  de  los  tebanos.  Acogiéndose
      a  ella,  Tebas  invitó  a  los  estados  de  la  Hélade  a  que  enviasen  allí  sus  represen­
       tantes  para  escuchar la  orden  del gran  rey.  Los  espartanos  se  negaron  a  acatarla,
      los  de  Arcadia  protestaron  contra  la  invitación  de  acudir  a  Tebas,  los  corintios
       rehusaron  el  juramento  de  fidelidad  a  la  paz  decretada  por  el  rey  persa  y  en
      Atenas  los  embajadores  enviados  a  Susa  fueron  ejecutados  por  traidores,  a  su
       regreso.
           Más  tarde,  Pelópidas  encontró  la  muerte  en  un  segundo  intento  por liberar
       a  Tesalia.  Epaminondas  púsose  en  campaña  para  restaurar  el  orden  en  el  Pelo­
       poneso  y  derrotó  en  Mantinea  a  los  espartanos  y  a  sus  aliados,  los  eleos,  los
       mantineos  y  los  aqueos;  él  mismo  pagó  la  victoria  con  la  muerte  en  el  campo
       de batalla.  El  rey de Esparta,  el viejo  Agesilao,  recibió  de  los  éforos  la  misión  de
       trasladarse  al  Egipto,  reclutó  mercenarios  pagad os  con  dinero  egipcio  y  sumi­
       nistró  al  rey  Tacjos,  que  tenía  ya  10,000  héroes  a  sueldo,  otros  1,000  para
       defender contra el gran rey la intentada restauración  del régimen de los  Faraones.
           La  derrota  de  Mantinea  puso  fin  al  poder  de  Tebas,  el  cual,  mantenido  o
       ennoblecido  por  la  personalidad  de  unos  cuantos  hombres,  no  había  sabido,  al
       desaparecer éstos,  ni retener las  ciudades liberadas  o  recién  fundadas,  ni  defender
       las  ciudades  beocias,  que  fueron  destruidas,  ni  apaciguar  a  los  pueblos  vecinos
       suyos,  a  los  focenses,  a  los  locrenses,  a  los  maliacos  y  a  los  eubeos,  encadenados
       a  Tebas  por  la  fuerza.  Y  tras  la  breve  embriaguez  de  la  hegemonía,  mal  acos­
       tumbrada  por  la  arrogancia  y  la  insolencia,  la  Tebas  de  la  decadencia  hízose
       todavía  más  insoportable.
           La  segunda liga  marítima  de Atenas  siguió  la  suerte  de  la  primera:  no  llegó
       a cobrar  grandes  bríos.  Descarriada  por  el  descuido  y  la  codicia  y  por  estadistas
       que  sólo  sabían  forjar  sus  obras  por  medio  de  la  intriga,  acostumbrada  desde
       hacía  ya  mucjio  tiempo  a  enviar  a  los  campos  de  batalla  a  mercenarios  y  no  a
       sus  ciudadanos,  Atenas  hacía  que  sus  estrategas  se  dedicasen  a  sacar  dinero
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