Page 35 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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FILIPO DE MACEDONIA Y SU POLITICA 25
descubrir y realizar el estado ideal; Isócrates, cuya influencia era más extensa y
más popular, llegaba siempre a la misma conclusión: la necesidad de lanzarse
a la lucha contra Persia; según él, esta guerra tendría más de cortejo triunfal
que de verdadera campaña guerrera. ¿Cómo soportar, dice Isócrates, la afrenta
de que aquellos bárbaros fuesen los guardianes de la paz en la Hélade, mientras
ésta se hallaba en condiciones de realizar hazañas dignas de rogar a los dioses
por ellas? Y Aristóteles dice: los helenos podrían llegar a dominar el mundo, si
se uniesen para formar un solo estado.
Ambos pensamientos eran fácilmente asequibles al espíritu, como lo era
también el de concebir como una obra conjunta las dos empresas, la de unificar ¡;
a los helenos y la de luchar contra los persas, sin aguardar a que estuviese ¡
terminada una para abordar la otra. Ahora bien, ¿cómo poner en práctica seme
jantes pensamientos?
E L REY FIL IP O DE MACEDONIA Y SU PO LITICA
El rey Filipo de Macedonia se lanzó a la empresa. Y hasta podríamos decir
que no tenía más remedio que lanzarse a ella, si quería instaurar y asegurar para
su dinastía aquel precario reino que le había tocado en suerte. La política de
Atenas, de Esparta, de Olinto, de Tebas, de los gobernantes tesalienses, no
había cesado de atizar las discordias y las rencillas en el seno de la familia real,
de proteger las usurpaciones de unos y otros príncipes, de azuzar a los bárbaros
situados junto a las fronteras macedónicas para que invadiesen y asolasen el
territorio de este reino. No tenían, para proceder de ese modo, más título jurí
dico que la impotencia de la monarquía macedonia; tan pronto como ésta fuese
suficientemente fuerte, los estados del sur podían estar seguros de que no los
trataría con mayores cuidados ni miramientos que los empleados por ellos para
atentar, siempre que habían podido, contra sus intereses.
Los éxitos de Filipo descansan en la base segura que supo dar a su poder,
en el ritmo gradual y mesurado de su política, que contrastaba con los movi
mientos tan pronto acelerados como mortecinos de los estados helénicos, los
cuales se equivocaban siempre en lo tocante a sus medios o a sus fines, y sobre
todo en la unidad, en el secreto, en la rapidez y en la consecuencia de sus
empresas, que aquellos sobre quienes habían de descargarse tenían por imposi
bles hasta que ya no se hallaban en condiciones de sustraerse a ellas o hacerles
frente. Mientras Tesalia se hallaba sumida en el desconcierto con el asesinato
de Alejandro, los atenienses tenían concentrada su atención en la guerra de los
confederados y los tebanos, en la guerra sagrada con que se trataba de reducir a
la obediencia a los focenses, y los espartanos se esforzaban en reconquistar algu
na influencia en el Peloponeso, Filipo avanzó sus fronteras por el sur y por el
este, apoderándose con Anfípolis del paso a Tracia, con los montes Pangeo de
las minas de oro de aquella región, con las costas de Macedonia del golfo
Térmico y de la salida al mar y con Metona del camino hacia Tesalia. Más
tarde, los tesalienses, seriamente amenazados por los focenses, le llamaron en su