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30 FILIPO DE MACEDONIA Y SU POLITICA
de asaltar y destruir las plazas de los macedonios en la Propóntide: todo lo cual
condujo al desencadenamiento de una nueva guerra.
Filipo había concertado alianzas con Bizancio, Perintos y otras ciudades
que en la guerra de los confederados se habían desentendido de Atenas y, fun
dándose en ellas, exigió que le apoyasen en su lucha contra los tracios; no le
prestaron la ayuda solicitada, pues temían su creciente poder; en vista de ello,
Atenas les brindó su alianza y su apoyo guerrero. Los atenienses habían logrado
ya apartar de Filipo a la mayoría de las ciudades de Eubea y concertar alianzas
con Corinto, Acarnania, Megara, Acaya y Corcira, estableciendo nuevos lazos con
Rodas y Cos; hizo ver a la corte de Susa los peligros que el creciente poder de
Filipo representaba para el reino persa y el estratega ático del Quersoneso ob
tuvo subsidios de los persas; y el entusiasmo del demos ateniense por la salvación
de las libertades helénicas crecía de día en día.
Después de su victoria sobre los tracios, Filipo se volvió contra Perintos
y contra Bizancio, clave del Ponto; si estas dos ciudades caían en su poder, el
poder de Atenas sufriría un rudo golpe en sus mismas raíces. Los atenienses
contestaron al ultimátum del macedonio declarando que Filipo había violado la
paz jurada y enviaron a los bizantinos la flota prometida; llegaron asimismo so
corros de Rodas, Cos y Quíos, aliadas de Bizancio; los sátrapas más próximos
acudieron también en ayuda de Perintos y enviaron tropas a la Tracia: Filipo
no tuvo más remedio que batirse en retirada.
En vista de ello, se lanzó contra los escitas. El rey escita Ateas, establecido
del lado de acá de las bocas del Danubio, era un vecino peligroso para sus nue
vos dominios de la cuenca del Hebro; le dió la batalla y lo derrotó. Conseguido
esto, se dirigió a Macedonia, cruzando por las tierras de los tribalos; era nece
sario hacer sentir también el peso de su poder a estas inquietas tribus, que ha
bían asaltado no pocas veces las fronteras de Macedonia. Filipo quería tener
la espalda bien guardada, para poder lanzar su golpe decisivo contra los ate
nienses.
Atenas hacía todo lo posible por ayudarle en sus planes. Los atenienses ha
bían renovado en el templo de Delfos sus antiguas ofrendas en acción de gracias
por la batalla de Platea, con esta inscripción: “Del botín cogido a los persas y
tebanos, unidos en lucha común contra los helenos”. En la asamblea de los
anfictiones, los locrenses de Anfisia, a instancia de Tebas, formularon su protes
ta contra aquella inscripción y reclamaron una fuerte multa en dinero; el em
bajador ático Esquines replicó echándoles en cara que habían labrado tierras
pertenecientes al templo délfico; logró apasionar de tal modo a los reunidos,
que la asamblea acordó castigar inmediatamente a los autores de aquel robo sa
crilego; pero los labradores de Anfisia rechazaron a los anfictiones y a las gentes
de Delfos que se presentaron en su compañía. En vista de esta afrenta, se deci
dió convocar una reunión extraordinaria de los anfictiones, que acordaría lo que
fuese procedente para castigar a los culpables. A esta reunión no acudieron los
representantes de Atenas ni de Tebas; Esparta había sido eliminada de la anfic-