Page 45 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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LA  LIGA  CORINTIA  DEL  338               35

      no  afectaba  solamente  al  derecho  de  gentes,  sino  también  al  derecho  constitu­
      cional,  como la  que  en su  tiempo  preconizaran  a  los  jonios  Tales  y  Bias;  no  una
      hegemonía  como  aquella  que  los  atenienses,  en  los  días  del  apogeo  de  su  fama,
      quisieron  transformar  demasiado  rápidamente  en  dominación  para  poder  con­
      servarla  y  menos  aún  como  aquella  que  había  intentado  imponer  Esparta  con
      la paz  de Antálcidas,  en  nombre  del  rey  persa y  en  ejecución  de  su  política,  sino
      una  constitución  federativa,  basada  en  la  existencia  de  un  consejo  político  y  un
      órgano  jurisdiccional  sobre  los  estados  federados,  en  la  autonomía  municipal  de
      cada  uno  de  ellos,  en  la  paz  interior  permanente  y  el  libre  tráfico  entre  todos,
      con  la  garantía  de  todos  a  favor  de  cada  uno,  y,  finalmente,  organizada  de  tal
      modo,  con  vistas  a  la  guerra  contra  los  persas,  que  las  atribuciones  esenciales
      de  la  soberanía  militar  y  de  la  política  exterior  de  cada  estado  se  transferían,
      mediante  el  juramento  confederal,  a  aquel  a  quien  se  confería  la  hegemonía  so­
      bre  la  liga,  al  jefe  del  estado  macedónico.
          Por  muy  duras  que  hubiesen  sido  las  luchas  por  las  que  había  sido  nece­
      sario  pasar  y  las  medidas  que  fué  indispensable  adoptar  para  llegar  a  este  resul­
      tado,  el  rey de  Macedonia  se  honraba  a  sí  mismo  y  honraba  a  los  helenos  al  dar
      por  supuesto  que  la  guerra  contra  los  persas,  puesta  ahora  a  la  orden  del  día,  la
      fuerza  de  aquella  causa  nacional  común  a  todos,  los  triunfos  exteriores  y  las
      ventajas  interiores  que  la  obra  ya  coronada  prometía,  harían  olvidar  muy  pronto
      las  derrotas  y  los  sacrificios  impuestos  por  la  necesidad  de  llevarla  a  cabo.  No
      eran  sólo  las  reiteradas  declaraciones  del  monarca  y  los  deberes  asumidos  por
      él  en  el  pacto  federativo  los  que  garantizaban  a  los  demás  que  sus  armas  serían
      empeñadas  en  aquella  gran  lucha  nacional;  su  propio  interés  le  había  trazado
      desde  el  primer  momento  esta  política  encaminada  a  concentrar  las  fuerzas  de
      Grecia  para  poder  afrontar  la  lucha  contra  el  reino  persa  y,  al  mismo  tiempo,  a
      emprender  esta  lucha  para  unificar  y  fundir  con  mayor  seguridad  las  energías
      más  o  menos~sanas  que  aún  se  conservaban  en  los  estados  helénicos.
          El  poder  de  Macedonia,  el  único  que  amparaba  a  la  Hélade  como  una
      muralla  protectora  contra  los  bárbaros  del  norte,  que  hacían  sentir  ya  su  fuerza
      sobre  Italia,  tenía  ahora  la  misión,  solemnemente  asumida,  de  ponerse  a  la
      cabeza  de  una  Grecia  unida  para  conducirla  a  la  lucha  contra  los  bárbaros  del
      oriente.  ¿Qué  representaba  esto?  La  liberación  de  las  islas  y  ciudades  helénicas
      que  gemían  de  nuevo  bajo  el  yugo  persa  desde  la  derrota  de  Atenas,  desde  la
      paz de Antálcidas; la apertura de las  rutas del Asia  para  el  comercio  y la  industria
      libres  de  la  Hélade,  para  la  expansión  de  la  vida  helénica  en  el  continente  asiá­
      tico;  ancho  campo,  grandes  posibilidades  y  tentadoras  perspectivas  para  que
      aquella  plétora  de  elementos  inquietos,  levantiscos  y  enconados,  que  hasta  ahora,
      prendidos  en  las  mallas  de  una  red  de  pequeños  estados,  peleaban  hasta  la
      muerte  los  unos  contra  los  otros,  corroyendo  y  destruyendo  más  y  más  la  vida
      misma  de  su  nación,  pudieran  consagrarse  por  entero,  dentro  de  nuevas  condi­
      ciones  de  vida,  a  nuevas  empresas  y  actividades  de  gran  aliento,  curándose  en
      ellas  del  mortal veneno  de la  descomposición.
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