Page 46 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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36                 EL  REINO  PERSA  HASTA  DARIO  III

          Las  tendencias  cosmopolitas  que  habían  ido  desarrollándose  en  el  helenismo
       bajo  la  acción  de  la  ilustración y la  cultura,  a  la  par  que  su  tenaz  particularismo
       en  el  comercio  mundial,  las  masas  de  refugiados  y  el  sistema  de  los  mercenarios
       y  las  cortesanas,  necesitaban  encontrar  por  fin,  si  aquél  no  quería  dilapidar
       inútilmente  lo  que  aún  le  quedaba  de  existencia  nacional,  una  tarea  que  le  per­
       mitiera  plasmarse  adecuadamente,  en  un  movimiento  ordenado  y  con  resultados
       preconcebidos.  Esta  tarea  podía  ser,  precisamente,  la  expedición  al  Asia  y  la
       guerra  contra  los  persas.

                          E L   REINO  PERSA  HASTA  DARÍO  III
           Mientras  que,  por  parte  de  Europa,  todo  estaba  preparado,  como  acabamos
       de  ver,  para  la  decisión  final,  del  lado  de  Asia  nos  encontramos  con  que  el
       gran  reino  de  los  persas  había  llegado  también  al  punto  en  que  los  elementos
       de  poder  que  le  habían  valido  en  otro  tiempo  sus  éxitos  estaban  ya  agotados  y
       el  imperio  sólo  parecía  mantenerse  en  pie  por  la  fuerza  de  la  inercia.
           Es  poco  lo  que  las  fuentes  nos  dicen  acerca  de  la  naturaleza  y  el  carácter
       de  este  reino  persa,  y  se  reduce,  además,  casi  todo  ello,  a  cosas  de  tipo  externo,
       recogidas  y  transmitidas,  salvo  escasas  excepciones,  por  quienes  no  veían  en  los
       persas  más  que  a  gentes  bárbaras,  despreciadas  por  ellos.  Sólo  en  la  gran  figura
       de  Darío,  tal  como  la  describe  en  su  drama  de  las  guerras  persas  uno  de  los
       hombres  que  pelearon  en  Maratón,  transpira  algo  del  carácter  profundo  y  pode­
       roso  de  este noble  pueblo.
           Tal vez podamos  completar y ahondar esta  impresión  con lo  que  este  mismo
       pueblo  nos  cuenta  a  través  de  las  manifestaciones  más  directas  de  su  vida  inte­
       rior,  a  través  de  su  religión  y  de  su  historia  sagrada.  Estas  formas  revelan  la
       fuerza  ética  superior  con  que  los  persas  aparecen  ante  la  historia  frente  a  los
       demás  pueblos  del  Asia,  la  profunda  y  solemne  concepción  que  alentaba  en
       ellos  de  aquello  por  lo  que  viven  el  individuo  y  el  pueblo.
           Pureza  en  las  obras,  en  las  palabras  y  en  los  pensamientos:  tal  es  el  postu­
       lado  supremo  de  esta  religión;  veracidad,  santificación  de  la  vida,  cumplimiento
       del  deber  hasta  llegar  a  la  más  completa  abnegación:  he  aquí  la  ley  revelada
       por  Zoroastro,  el  intérprete  de  la  voluntad  divina.  Las  leyendas  de  Chemchida
       y  Gustaspo,  las  luchas  contra  el  Turán  proyectan  ante  este  pueblo,  de  un  modo
       muy  distinto  que  ante  los  helenos  los  cantos  de  Troya,  de  Tebas  y  de  los  argo­
       nautas,  las  imágenes  ejemplares  de  lo  que  en  la  vida  real  debe  ser  perseguido  y
       evitado.
           Las  altiplanicies  de  Demavenda  hasta  el  río  Sind  estaban  pobladas  en  tiem­
       pos  inmemoriales  por  hordas  salvajes;  hasta  que  apareció  el  profeta  de  la  nueva
       ley,  el  amparo  y  refugio  de  los  hombres,  Hoama,  para  proclamar  su  doctrina  al
       padre  Chemchida,  y  los  hombres  empezaron  a  organizarse  en  comunidades  y  a
       labrar  la  tierra;  y  cuando  Chemchida  se  convirtió  en  rey,  ordenó  la  vida  de  su
       pueblo  y  los  estamentos  de  su  reino;  bajo  su  égida  esplendorosa  no  morían  los
       animales  ni  se  marchitaban  las  plantas,  jamás  escaseaban  el  agua  ni  los  frutos,
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