Page 51 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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EL  REINO  PERSA  HASTA  DARIO  III           41

     res  sátrapas  de  la  costa,  Tisafernes  y  Farnabazos,  dejándose  llevar  de  ana
      necia  rivalidad  ante  la  dura  lucha  en  que  estaban  empeñadas  Atenas  y  Esparta,
      favorecían  tan  pronto  a  la  una  como a  la  otra,  Ciro  tomó  rápida  y  resueltamente
      el  partido  de  Esparta,  que  era,  indudablemente,  la  política  certera  que  el
      interés  del imperio persa exigía.  Los  mismos  testimonios  griegos  nos  presentan  a
      este  joven  príncipe  como  un  hombre  lleno  de  espíritu  y  energía,  dotado  de  ta­
      lento  militar y  con  el  carácter austero  de  su  pueblo.  Se  cuenta  de  él  que  enseñó
      al  espartano  Lisandro  un  parque  roturado  y  cultivado  en  su  mayor  parte  con
      sus  propias  manos  y  que  cuando  el  heleno,  no  del  todo  convencido,  se  quedó
      mirando a su cadena  de  oro y a  sus  arreos y galas,  el príncipe juró  por Mitra  que,
      al  levantarse,  no  probaba  bocado  hasta  no  haber  cumplido  con  su  deber  en
      las  faenas  del  campo  o  en  los  ejercicios  militares.  Se  había  iniciado  en  el  arte
      y  la  destreza  guerreros  de  los  helenos,  que  tenía  en  gran  estima.  Gracias  sobre
      todo a la  ayuda  que  él le  prestó,  Lisandro  había  llegado  a  dominar  a  los  atenien­
      ses;  y  la  caída  de  Atenas  había  puesto  fin  al  poder  marítimo  que  hasta  entonces
      representaba  un  peligro  muy  grande  paxa  el  imperio  y,  además,  Esparta  ha­
      bíase  comprometido  expresamente  a  devolver  a  los  persas  las  ciudades  griegas
      del Asia Menor:  todo esto hacía  que  Ciro  no  sintiese  ningún  reparo  en  organizar
      el  ejército  con  ayuda  del  cual  se  proponía  tomar  posesión  del  imperio  a  que  se
      consideraba  con  derecho  a  base  de  13,000  mercenarios  griegos,  una  mezcla  abi­
      garrada  de  tropas  procedentes  de  todas  las  ciudades  helénicas,  reforzados  con
      700 hoplitas  enviados  a  Isos  por Esparta.  Tisafernes,  sátrapa  de  Jonia  y  enemigo
      personal  de  Ciro,  había  advertido  a  tiempo  a  Susa  lo  que  se  tramaba;  Artajerjes
      se  puso  en  marcha  contra  el  hermano  sublevado  al  frente  de  un  ejército  reclu­
      tado  en  todo  el  imperio  y  le  alcanzó  y  presentó  batalla  en  Cunaxa,  a  la  entrada
      de  Babilonia.  Los  griegos  quedaron  vencedores  en  su  ala  y  Ciro,  al  frente  de
      600  jinetes,  se  lanzó  sobre  los  6,000  hombres  de  caballería  que  rodeaban  al
      rey,  consiguió  abrir  brecha  entre  sus  filas  y  se  abalanzó  contra  el  rey  mismo,
      al que hirió,  cayendo luego muerto  bajo  los  golpes  del  propio  rey  y  de  sus  leales.
      La  herida  del  rey  fué  curada  por  su  médico,  el  griego  Ctesias.  Las  tropas  reales
      se  apoderaron  también  del  harén  de  Ciro,  del  que  formaban  parte  dos  griegas
      que  sus  padres  habían  enviado  al  príncipe,  cuando  éste  se  hallaba  en  Sardes;
      una  de  ellas,  natural  de  Mileto,  logró  ponerse  a  salvo  en  el  campamento  de  los
      helenos;  la  otra,  Milto  de  Focea,  mujer  muy  hermosa  y  de  gran  cultura,  fué
      transferida  al  harén  del  gran  rey,  donde,  según  cuentan  los  griegos,  llegó  a  des­
      empeñar  un  papel  importante.
          La  jornada  de  Cunaxa  consolidó  exteriormente  el  poder  del  gran  rey.  Sin
      embargo,  inmediatamente  antes  de  aquella  batalla  se  habían  pasado  al  campo
      del  príncipe  sublevado  muchos  nobles  del  ejército  del  imperio,  lo  cual  era  un
      signo  de  profundo  desconcierto.  Y  tampoco  era  ningún  buen  síntoma  que  aquel
      puñado  de  griegos  hubiese  logrado  abrirse  paso  por  entre  las  masas  del  ejército
      imperial,  en  el  campo  de  batalla,  logrando  alcanzar  las  costas  del  Ponto  después
      de  cruzar  el  territorio  del  reino,  en  formación  cerrada.  ¿Qué  se  había  hecho  de
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