Page 55 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
P. 55
EL REINO PERSA HASTA DARIO III 45
ciudad más importante en las costas bitinias del Ponto. Además, Artabazos
recibió la ayuda de los tebanos, quienes le enviaron a su general Pamenes, al
mando de 5,000 mercenarios; con este refuerzo, derrotó en dos batallas a las
tropas del rey. Más tarde, mandó apresar al general tebano, de quien sospechaba
que se hallaba en conversaciones con el enemigo; es posible que Pamenes reci
biera instrucciones en este sentido de Tebas, a donde el gran rey había hecho
llegar grandes sumas de dinero. La fortuna de Artabazos empezó a declinar
rápidamente; tuvo que huir (hacia el 351); él y Memnón encontraron asilo en
la costa macedonia y Mentor logró trasladarse al Egipto.
El Egipto venía siendo desde hacía mucho tiempo el verdadero centro de
la lucha contra el poder persa. Reinando todavía Artajerjes II, Tajos, hijo
de Nectanebis, había puesto en pie una gran empresa de guerra contra el impe
rio; su plan era conquistar la Siria con un ejército de 80,000 egipcios, reforzado
por 10,000 mercenarios griegos, a los que Esparta, bajo el viejo Agesilao, sumó
otros 1,000, y una flota de 200 naves, cuyo mando asumió el ateniense Chabrias.
Pero Tajos, con su desconfianza y retraimiento, ganó la enemistad de Agesilao
y sus exacciones le enajenaron las simpatías del pueblo egipcio, a consecuencia
de lo cual, mientras él se encontraba en Siria, pudo proclamarse Faraón, apro
vechándose de su ausencia, el hijo de su tío, Nectanebos II, y en vista de que
Agesilao puso las tropas griegas a disposición del nuevo soberano, no le quedó
más camino que huir a Susa e implorar la misericordia del gran rey. En Mendes
se levantó contra Nectanebis otro pretendiente, apoyado por multitud de parti
darios; las cosas llegaron tan lejos que el Faraón vióse asediado con todos sus
griegos y sitiado cada vez más de cerca por las murallas y las trincheras de los
sublevados, hasta que vinieron en su ayuda los 100,000 hombres que mandaba
el viejo Agesilao, con sus griegos, y dispersaron y pusieron en fuga al tropel de
los asaltantes; fué la última hazaña del viejo rey de Esparta, que murió cuando
se disponía a hacerse a la vela hacia su patria (año 358).
Las escasas tradiciones de esta época sólo nos cuentan que, reinando todavía
Artajerjes II, envió a su hijo Ojos contra el Egipto, que la empresa fracasó y
que Ojos, inmediatamente de ser coronado rey, se lanzó a la lucha contra los
cadusios, a los que derrotó.
Pocos años después, hacia el 354, reinaba en Atenas viva preocupación ante
los grandes preparativos en que se hallaba empeñado el rey Ojos, mayores que
ninguno de los que se hicieran desde los tiempos de Jerjes. La opinión domi
nante era que se lanzaría ante todo contra el Egipto para someterlo y que luego
se dirigiría contra la Hélade, pues eso era lo que había hecho Jerjes; todo el
mundo, en Atenas, hablaba como si el el enemigo estuviese ya en marcha:
decíase que su flota estaba a punto de zarpar para trasladar sus tropas al otro
lado del mar, y que su tesoro era transportado por 1,200 camellos; que con su
oro lograría enrolar a grandes masas de mercenarios griegos para reforzar su ejér
cito y que Atenas, acordándose de los días de Maratón y de Salamina, debía
adelantársele y comenzar la guerra contra él. Pero aquellos temores adelantá