Page 57 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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EL REINO PERSA HASTA DARIO III 47
además, innumerables barcos en el Nilo para impedir que el enemigo cruzase el
río por ninguna parte, aunque lograse tomar los atrincheramientos y obras de
fensivas levantadas en la margen derecha.
El gran rey dividió sus tropas. El, al frente de una parte de ellas, siguió río
arriba hasta colocarse a la altura de Menfis y amagar a esta plaza. Los merce
narios beocios y la infantería persa mandada por Lácrates y el sátrapa de. la
Lidia, Roisaces, se quedaron atrás con la misión de tomar por asalto la fortaleza
de Pelusión; los mercenarios de Argos al mando de Nicóstrato y 1,000 persas
escogidos capitaneados por Aristazanes fueron enviados en 80 trieras para que
intentasen una operación de desembarco a retaguardia de Pelusión; una cuarta
columna, de la que formaban parte los mercenarios de Mentor y los 6,000 grie
gos de Bagoa, avanzó por el sur de Pelusión, llevando como objetivo cortar las
comunicaciones con Menfis. El intrépido Nicóstrato consiguió efectuar el des
embarco a la espalda de las líneas enemigas y derrotó a los egipcios allí apostados
y a los mercenarios griegos que acudieron precipitadamente en socorro suyo,
mandados por Cleinias de Cos. Nectanebis se apresuró a replegar sus tropas
sobre Menfis. Tras heroica resistencia, Filofrón no tuvo más remedio que rendir
la fortaleza por él defendida, consiguiendo paso libre para sus tropas. Mentor y
Bagoa se dirigieron contra Bubastis; la intimación a rendirse y la amenaza de
aplicarles, si resistían inútilmente, la misma suerte que había corrido Sidón,
sembraron la disensión entre los griegos, dispuestos a defender la plaza a costa
de sus vidas, y los cobardes egipcios; los griegos prosiguieron la lucha; por fin,
los asaltantes~Í:omafoií~ la ciudad’'^-el asalto habría costado la vida a Bagoa, el
favorito del rey, si Mentor no hubiese acudido presuroso a salvarlo—, y tras ella
fueron ocupando las demás plazas del bajo Egipto. Ante la avalancha de fuerzas
que se le venía encima, Nectanebis no se consideró ya seguro en su capital y
huyó con sus tesoros, río arriba, a refugiarse en Etiopía.
Así fué como —hacia el año 344— cayó el Egipto en poder de Artajerjes III.
Este hizo sentir su furia al país, que había estado sesenta años separado del
imperio. Se repitieron los tiempos de Cambises. Las ejecuciones en masa com
binábanse con los más espantosos saqueos; el gran rey abatió por su propia mano
al sagrado buey Apis y ordenó que los templos fuesen despojados de sus adornos,
de su oro y hasta de sus libros sagrados. En lo sucesivo, el pueblo ya no le
conoció por otro nombre que el de “El Puñal” . Después de nombrar a Ferendaces
sátrapa del Egipto y de repatriar a los mercenarios griegos cargados de regalos,
el rey retornó a Susa con un fabuloso botín y cubierto de fama.
Hacía unos diez años, cuando Artajerjes III comenzaba sus preparativos de
guerra, los oradores atenienses habían pintado con vivísimos colores el peligro
que representaba para la Hélade la reconquista del Egipto por los persas. Pero
ahora, a los atenienses sólo parecía preocuparles el creciente poder del rey de
Macedonia, cuyas manos se alargaban ya hacia Perinto y Bizancio. Indudable
mente, Filipo parecía querer apresurarse antes de que el imperio persa —que
contaba con todos los mercenarios griegos y todos los aliados griegos que podía