Page 61 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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MACEDONIA;  SU  PUEBLO                     53

      hoguera  en  que había  sido incinerado  el  cadáver de  su  padre;  y  cuenta la  leyenda
      que  los  trofeos  de  la  primera  victoria  conseguida  por  Pérdicas  sobre  las  tribus
      indígenas  fueron  arrebatados  a  la  noche  siguiente,  por  voluntad  de  los  dioses,
      por  un  león,  como  queriendo  dar  a  entender  que  no  se  había  vencido  a  enemi­
      gos,  sino  que  se  habían  ganado  amigos,  y  desde  entonces  fué  siempre  costumbre
      de  los  macedonios  no  erigir  trofeos  sobre  ningún  enemigo  derrotado  por  ellos,
      fuese heleno  o bárbaro;  ni  Filipo  después  de la  batalla  de  Queronea,  ni Alejandro
      después  de  sus  victorias  sobre  los  persas  y  los  indios  se  ajustaron  a  la  práctica
      general  de  levantar  trofeos.
          Por los  años  de  las  victorias  de  Alejandro,  escribe  Aristóteles:  en  los  países
      helénicos,  la  monarquía  sólo  se  ha  conservado  en  Esparta,  en  Molosia  y  en  Ma­
      cedonia;  entre  los  espartanos  y  los  molosos  porque  se  restringió  de  tal  modo  la
      'plenitud  de  poderes  de  los  reyes,  que  ya  nadie  los  envidiaba.  Mientras  que  en
      todos  los  demás  sitios  la  monarquía,  habiendo  descuidado  el  obtener  un  apoyo
      en el  pueblo  bajo,  había  sucumbido  ante  el  auge  de  la  clase  señorial,  y  mientras
      que  el  pueblo  bajo,  excluido  durante  largo  tiempo  de  toda  participación  en  el
      gobierno  de  la  vida  pública  y  mantenido  en  la  opresión,  había  acabado  rebelán­
      dose  contra  esta  clase  señorial,  arrebatando  a  los  linajes  nobles  sus  privilegios
      y colocándolos  en el  nivel  de  igualdad  de  derechos  de la  comunidad  democrática,
      Macedonia  habíase  mantenido  fiel  a  su  monarquía  tradicional,  porque  allí  no
      habían  llegado  a  desarrollarse  los  elementos  de  fricción  y  de  odio  entre  las
      distintas  clases;  la  antigua  monarquía,  dice  Aristóteles,  “descuella  aquí  sobre
      todos  los  demás  en  cuanto  a  riqueza  y  en  cuanto  a  honor”.
          Los  peligros  que  amenazaron  a  esta  monarquía  eran  de  otra  clase.  El  trono
      pertenecía,  en  Macedonia,  al  linaje  real;  pero  el  orden  de  sucesión  a  la  corona
      no  se  hallaba  regulado  con  la  precisión  necesaria  para  eliminar  toda  posibilidad
      de  dudas  y  de  querellas.  El  poder  real,  por  ser  más  libre  que  en  otras  monar­
      quías,  exigía  de  su  titular  mayores  virtudes  y  capacidad  personales;  dábase,  por
      ello,  con  harta  frecuencia,  el  caso  de  que  los  menores  de  edad,  los  incapaces  o
      los  indolentes  tuvieran  que  ceder el  paso  al  hermano  o  al  primo  más  ambiciosos
      o  mejor  preparados  para  ocupar  el  trono.  Así,  después  de  la  muerte  de  Alejan­
      dro  I,  su  hijo  menor,  Pérdicas  II,  no  descansó  hasta  que  hubo  desplazado  a  sus
      hermanos  mayores  Amintas,  Filipo  y  Alcetas;  y  Arquelao,  hijo  ilegítimo  de  Pér­
       dicas,  se sobrepuso  al  legítimo  heredero  al  trono  y,  antes  de  que  tuviese  la  edad
      necesaria  para  reinar,  lo  asesinó.  En  otros  casos  era  la  tutela,  la  forma  prescrita
       de  la  prostasia,  la  que  servía  de  instrumento  a  la  usurpación.
          Y a   esto  se  añade  otra  circunstancia.  Varios  ejemplos  demuestran  que,  a
       veces,  eran  cedidas a los hijos  menores  del rey y  también,  probablemente,  a  otras
      personas  partes  del  territorio  nacional  en  posesión  hereditaria,  bajo  la  soberanía
       del  rey,  cierto  es,  pero  con  facultades  principescas  tan  amplias,  que  autorizaban
       a  los  beneficiados  incluso  para  levantar  levas  por  su  cuenta  y  tener  un  ejército
      propio.  Así,  sabemos  que  al  hermano  menor  del  primer  Alejandro,  Arridao,  se
       le  adjudicó  el  principado  de  Elimiotis  en  la  alta  Macedonia,  que  permaneció  ya
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