Page 60 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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52                   MACEDONIA;  SU  TERRITORIO

      citados  ríos  para  desembocar  en  el  mar  muy  cerca  el  uno  del  otro  —por  lo
      menos,  el  Axios  y  el  Aliacmon—,  en  esta  planicie  marítima,  hace  que  la  pobla­
      ción  de  este  país  esté  destinada  como  por  la  misma  naturaleza  a  agruparse  en
      tribus cantonales y que las tierras bajas bañadas por el  mar sean su  centro  común.
          Según los  relatos  de  Herodoto,  el  pueblo  que  más  tarde habría  de  conocerse
      con  el  nombre  de  los  dorios,  obligado  a  abandonar  la  Tesalia,  se  desplazó,
      bordeando  el  Pindó,  hasta  el  valle  del  Aliacmon,  para  recibir  allí  el  nombre  de
      macedonios.  Otras  leyendas presentan a Argeas,  fundador  de la  tribu  macedonia,
      como  descendiente  de  Argos  y  obligado  a  trasladarse  a  la  Oréstida,  junto  a  las
      fuentes  del  Aliacmon,  explicando  así  el  nombre  de  argéades,  con  que,  induda­
      blemente,  se  conoce  a  los  miembros  de  la  familia  real  macedonia.  Según  otra
      tradición, la que había de aclimatarse en el  país y convertirse en leyenda  nacional,
      tres  hermanos,  heráclidas  del linaje  principesco  de  Argos,  descendiente  de  Teme-
      nos,  emigraron  hacia  el  norte,  a  tierras  ilíricas,  de  donde  luego  se  pasaron  a  la
      altiplanicie  de  Macedonia,  para  establecerse  en  Edesa,  junto  a  las  potentes  cas­
      cadas  con  que  las  aguas  se  derraman  allí  sobre  las  vastas  y  fértiles  tierras  de  la
      costa.  En  Edesa,  llamada  también  Aigai,  Pérdicas,  el  más  joven  de  los  tres
      hermanos,  fundó  la  monarquía  que,  poco  a  poco,  fué  absorbiendo,  reuniendo  y
      gobernando  en  nombre  de  los  macedonios  las  comarcas  colindantes  de  Ematía,
      Migdonia,  Bociea,  Pieria  y Anfaritis.
          Todas  estas  tierras  pertenecían  a  las  mismas  tribus  pelasgas  que  en  otro
      tiempo  se  hallaban  en  posesión  de  todo  el  país  helénico  y  algunas  de  las  cuales
      habían  de  ser  consideradas  más  tarde  por  los  helenos,  cuya  cultura  se  desarrolló
      más  rápidamente,  como  tribus  de  bárbaros  o  semibárbaros.  La  religión  y  las
      costumbres  de los  macedonios  atestiguan  esta  comunidad  de  origen;  y  aunque  en
      los  confines  fronterizos  con  la  Iliria  y  la  Tracia  se  revelen  mezclas  e  influencias
      extrañas,  no  cabe  duda  de  que  la  lengua  de  los  macedonios  presenta  gran  afi­
      nidad  con los  antiguos  dialectos  griegos.
          El  nombre  de  hetairos  se  conservó  en  la  organización  militar  macedonia
      hasta  llegar  a  los  tiempos  históricos.  Suponiendo  que  este  nombre,  lo  que  a
      nosotros  nos  parece  indudable,  llegase  al  país  con la  fundación  de  la  monarquía,
      habremos  de  pensar  que los  heráclidas  macedonios  compartieron  la  suerte  de  sus
      antepasados  en  el  Peloponeso;  es  decir,  viéronse  obligados  a  erigir  su  poder  y  su
      derecho,  en  la  tierra  extraña  a  que  inmigraron,  sobre  el  sojuzgamiento  de  la
      población  indígena;  con la  diferencia  de  que  aquí  el  elemento  antiguo  se  mezcló
      con el  nuevo en mayor proporción  que  en  otros  países  dóricos,  para  formar  entre
      ambos  un  todo  en  que  se  conservaba  la  lozanía,  pero  también  la  tosca  aspereza
      de los  antepasados,  casi  podríamos  decir que la  era  heroica  en  su  forma  apoética.
      Manteníanse  vigentes  allí  costumbres  antañonas  de  un  carácter  bastante  singu­
      lar;  así,  por  ejemplo,  quien  todavía  no  hubiese  dado  muerte  a  ningún  enemigo
       debía  ceñirse  la  cintura  con  el  ronzal  de  su  caballo;  quien  aún  no  hubiese  derri­
      bado  un  jabalí  en  campo  abierto,  no  podía  comer  en  los  banquetes  tendido,
       sino  sentado;  en  las  ceremonias  fúnebres,  la  hija  del  muerto  debía  apagar  la
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