Page 63 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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MACEDONIA; SU MONARQUIA 55
rales vigentes en todo el territorio de la monarquía. En este país de campesinos
y de nobles no existían grandes ciudades al modo de las helénicas; las situadas
en la costa eran colonias griegas, comunidades independientes, en las que vivía
la conciencia de su contraste con el interior del país.
Hacia la época de las guerras persas, sobre todo bajo el reinado del primer
Alejandro, “el filoheleno”, como le llama Píndaro, hiriéronse más vivas e inten
sas las relaciones entre Grecia y Macedonia. Ya el padre de Alejandro había
brindado asilo y fortuna en su país a Hipías, el hijo de Pisistrato. Y el propio
Alejandro, obligado a seguir al ejército de los persas a la Hélade, hizo cuanto
pudo —baste recordar la batalla de Platea— por ayudar a los helenos; en gracia
a su descendencia, comprobada, de los Teménidas de Argos, se le permitió el
acceso a los juegos olímpicos, con lo que se reconocía su condición de heleno.
Sus inmediatos sucesores, siguiendo sus huellas, se aplicaron, con mayor o
menor habilidad y energía, a poner a su país en contacto directo con el comercio,
la vida política y la cultura de los griegos. La proximidad a su territorio de las
ricas y comerciales colonias de la Calcídica, los múltiples contactos establecidos
a través de ellas con las principales potencias de la Hélade que luchaban por
su posesión y buscaban o temían la influencia de Macedonia, las luchas casi
ininterrumpidas que se libraban dentro de la misma Grecia y que obligaban a
tantos hombres famosos a huir de su patria y a buscar tranquilidad y honores
en la rica corte de Pella: todo contribuía a fomentar el progreso de Macedonia.
Una época importante y fructífera para el desarrollo del país fué, sobre todo,
la del rey Arquelao. Mientras que el resto de la Hélade se veía embrollado
en la guerra del Peloponeso y desgarrado por ella, Macedonia siguió avanzando
rápidamente bajo el prudente gobierno de este rey; Arquelao construyó plazas
fuertes, de que hasta entonces se hallaba desprovisto el país; abrió caminos;
desarrolló la organización del ejército, ya iniciada por sus antecesores; “en con
junto —dice de él Tucídides—, hizo por Macedonia más que los ocho reyes
juntos que le habían precedido en el trono” . Instituyó juegos por el estilo de
los helénicos, cuya sede era Dion, no lejos de la tumba de Orfeo, juegos gímnicos
y músicos en honor del Zeus olímpico y de las musas. Su corte, centro de
reunión de poetas y artistas de todas clases, y punto de confluencia de la
nobleza macedonia, servía de modelo al pueblo y estimulaba su desarrollo pro
gresivo; Arquelao era considerado por sus contemporáneos como el hombre más
rico y más feliz del mundo.
Tras él, empezaron a producirse disensiones interiores más fuertes que antes,
provocadas o atizadas tal vez por la reacción contra las innovaciones del poder
real, con sus tendencias de centralización, y dirigidas al mismo tiempo contra la
nueva cultura y las nuevas costumbres por las que abogaba la monarquía; estas
corrientes de oposición tenían sus exponetites, como correspondía a la naturaleza
del movimiento, en los linajes de los príncipes y en una parte de los hetairos y
eran alentadas con todas sus fuerzas por los estados dirigentes de la Hélade,