Page 68 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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60                     LA  NOBLEZA;  LA  CORTE
       población  campesina  del  país  brindaba  al  monarca  un  material  dócil  y  resistente
       para  sus  planes,  mientras  que  la  nobleza  de  los  hetairos  le  ofrecía  una  magnífica
       cantera  para  una  oficialidad  llena  de  celo  y  deseosa  de  distinguirse.  Un  ejército
       de  estas  condiciones  tenía  que  ser,  por  fuerza,  superior  en  eficiencia  a  los  con­
       tingentes  de  mercenarios  e  incluso  a  las  tradicionales  levas  cíe  ciudadanos  de  los
       estados  helénicos,  del  mismo  modo  que  un  pueblo  de  esta  resistencia  y  esta  lo­
       zanía  tenía  necesariamente  que llevar  gran ventaja  en  la  lucha  a  aquel  helenismo
       estragado  por los  refinamientos  de  la  cultura  y  sobreexcitado  o  embotado  por  la
       democracia  y  la  vida  urbana.  Un  destino  venturoso  quiso  que  este  país  mace­
       dónico  conservase  su  antigua  energía  y  su  modo  de  ser  tradicional  hasta  que  la
       historia le permitió poner a contribución estas energías para la realización  de gran­
       des tareas; en la lucha  dé la monarquía  contra la  nobleza  no  salió  triunfante aquí,
       como  había  ocurrido  siglos  antes  en  la  Hélade,  la  tozuda  clase  señorial,  sino  la
       monarquía.  Y  esta  monarquía  militar  puesta  al  frente  de  un  pueblo  campesino
       libre  y  lleno  de  vigor  supo,  además,  imprimir  a  este  pueblo  la  forma,  la  fuerza
       y  la  orientación  que  los  mismos  demócratas  de  la  Hélade  reconocían,  induda­
       blemente,  como  esenciales,  pero  que  no  habían  sido  capaces  de  mantener  y  de
       desarrollar  para  plasmarlas  en  organizaciones  de  carácter  permanente.
           En  cambio,  la  cultura,  el  resultado  más  genuino  de  la  vida  helénica,  hubo
       de  serle  infundida  al  pueblo  macedónico,  en  su  totalidad,  desde  fuera,  obra  que
      , habían  iniciado ya  los  príncipes  anteriores  y  que  el  rey  Filipo  continuó.  En  este
       punto,  era  de  la  mayor importancia  el  ejemplo  que  representaban  para  los  súbdi­
       tos  el  rey  y  su  corte,  gracias  al  cual  la  nobleza  del  país  se  encontró  pronto  en
       condiciones de llegar a  constituir la  parte  culta  de la  nación.  En  ninguno  de  los
       estados  griegos  más  importantes  había  llegado  a  desarrollarse  esta  diferencia  de
       clases,  por  lo  menos  con  el  carácter  que  presentaba  aquí:  los  espartanos  eran
       todos  gentes  toscas  y  todos  también  de  condición  señorial  frente  a  los  ilotas  y
       períocas  de  su  país;  por  su  parte,  los  atenienses  libres  considerábanse,  todos  ellos
       sin  excepción,  hombres  extraordinariamente  cultos;  y  en  otras  partes,  si  es  cierto
       que  la  democracia  había  acabado  con  la  clase  señorial,  la  diferencia  entre  ricos
       y pobres  había  hecho  descender  de  un  modo  mucho  más  rotundo  el  nivel  de  la
      \-ida  del  espíritu.

                              LA  NO BLEZA;  LA  CORTE
           Filipo había vivido  en  Tebas  en los  días  de  Epaminondas;  Eufraio  de  Oreo,
       discípulo  de  Platón,  influyó  desde  muy  temprano  en  su  destino;  Isócratos  pinta
       a  Filipo  como  amigo  de  la  literatura  y  de  la  cultura  en  general,  y  así  lo  atesti­
       gua  el  hecho  de  que  pusiese  la  educación  de  su  hijo  en  manos  de  Aristóteles.
       Mediante la organización de  cursos y enseñanzas  de  todas  clases,  destinadas  prin­
       cipalmente  a  los  muchachos  nobles  que  le  rodeaban,  velaba  por  la  educación  y
       la  cultura  de  los  jóvenes  de  la  nobleza,  a  los  que  procuraba  atraer  a  la  corte,
       vincularlos  a  su  persona  y  prepararlos  para  las  funciones  de  servicio  directo  del
       estado.  Los  nobles  tenían  sobradas  ocasiones  para  llegar  a  distinguirse  y  pres­
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