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62 LA NOBLEZA; LA CORTE
liarla públicamente; las súplicas que un hermano de Majatas hizo llegar al mo
narca para que la perdonase fueron rechazadas con bastante aspereza.
Entre los numerosos linajes nobles congregados en torno a la corte de Pella
hay dos que merecen ser citados, por su especial importancia: los representados
por Yolas y por Filotas. Filotas era el padre de Parmenión, aquel leal y experto
general a quien Filipo confió repetidas veces el mando de sus expediciones más
importantes; a él le debía el rey la victoria conseguida sobre los dardanos en
el 356 y a él le encomendó, en el 343, la ocupación de Eubea; dos hermanos de
Parmenión llamados Asandro y Agatón y, sobre todo, sus hijos Filotas, Nicanor
ν Héctor habían de tener, andando el tiempo, una parte muy considerable en la
fama del aguerrido general; sus hijas se casaron con los jóvenes más distinguidos
del reino: una con Coinos, que tenía el mando de una falange, y la otra con
Atalo, tío de una noble que sería más tarde esposa del rey. Y no era menos influ
yente y honrosa la posición ocupada por el hijo de Yolas, Antípatros, a quien los
macedonios llamaban Antipas; la confianza depositada en él por el monarca la
revelan elocuentemente estas palabras suyas: “He dormido tranquilo, pues sabía
que Antipas velaba”; su bien probada lealtad y la fría claridad con que afrontaba
toda situación militar o política, por complicada que ella fuese, capacitábanle de
sobra para el alto cargo de consejero del reino, que ocupó desde muy pronto; el
enlace matrimonial con su hija parecía el medio más seguro para ganarse la con
fianza de la encumbrada familia de los lincestios; sus hijos, Casandro, Arquías
y Yolas, no adquirieron relieve en la vida pública hasta más adelante.
Tal era la corte y tal la nación moldeadas por Filipo. Y no estará de más
añadir que el elemento monárquico ganó una supremacía indiscutible en la vida
del estado macedonio tanto por la posición histórica de este estado como por
la personalidad de su monarca. Sólo enfocándolos dentro de este panorama ge
neral podremos llegar a entender el carácter de Filipo y su conducta. Este rey,
situado en una encrucijada de contradicciones y antagonismos del carácter más
peculiar, griego con relación a su pueblo y macedonio desde el punto de vista de
los griegos, aventajaba a aquél por la astucia y la perfidia helénicas de su espí
ritu y a éstos por su reciedumbre y su energía macedónicas, y a unos y otros por
la claridad con que sabía concebir sus objetivos, por la consecuencia de sus planes
para alcanzarlos y por la discreción y la rapidez con que los realizaba. Se las arre
glaba para que sus planes fuesen siempre un enigma para sus adversarios, pafa
aparecer ante ellos de otro modo, por otro sitio y en otra dirección que como y
por donde le esperaban. Hombre sensual y voluptuoso por naturaleza, sus incli
naciones eran tan desbordadas como inconstantes; muchas veces parecía dejarse
arrastrar completamente por sus pasiones y, sin embargo, sabía ser siempre dueño
de ellas y tan frío y sobrio como sus objetivos lo exigieran; sería difícil decir
dónde se revelaba mejor su verdadero ser, si en sus virtudes o en sus vicios. La
cultura de su época, su tersura, su inteligencia, su frivolidad, su combinación de
grandes pensamientos y refinada flexibilidad, reflejábanse como en armónica ima
gen en el temperamento de este rey y de este hombre.