Page 67 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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POLITICA  INTERIOR  DE  FILIPO  II            59

     elemento  o,  por lo  menos,  el  recurso  esencial  manejado  por  Filipo  para  construir
      su  obra.
          Si  nos  fijamos  de cerca  en la vida  interna  de  su  estado,  vemos  destacarse cla­
      ramente  en  ella  dos  momentos  que,  aunque  existentes  con  anterioridad,  no  ad­
      quirieron  su  plena  significación  hasta  que  se  desarrollaron  bajo  el  reinado  de
      Filipo,  para  convertirse  en  la  verdadera  base  de  su  poder.
          “Cuando mi padre —dijo Alejandro a los macedonios  sublevados el  año  324,
      en  Opis,  según  cuenta  Arriano—  se  hizo  cargo  de  vosotros,  al  subir  al  trono,
      andábais  errantes  de  un  lado  para  otro,  sin  recursos,  la  mayoría  cubiertos  con
      pieles,  apacentando  ovejas  en  las  montañas  y  sumidos  en  la  miseria,  obligados  a
      luchar,  para  proteger  vuestros  rebaños,  con  los  ilirios,  los  tracios  y  los  tribalios;
      fué  él  quien  os  hizo  vestir  la  clámide  del  soldado,  quien  os  hizo  descender ’al
      llano,  quien  os  enseñó  a luchar  contra  los  bárbaros  vecinos  y  a  tenerlos  a  raya.”
      No  cabe  duda  de  que,  ya  antes  de  reinar  él,  cuando  había  guerra  todo  hombre
      capaz  de  empuñar las  armas  se  iba  a  guerrear,  para  volver  a  empuñar  el  arado  o
      a  pastorear  el  rebaño  tan  pronto  como  la  campaña  terminaba.  Pero  los  peligros
      que  rodeaban  al  reino  cuando  Filipb  se  hizo  cargo  de  él,  y  sobre  todo  las  luchas
      con que en los  dos primeros años  de su reinado hubo  de  defender a  su  país  ame­
      nazado por  todas  partes,  diéronle  ocasión  para  reanudar y  desarrollar la  obra  que
      ya  iniciara  el  rey  Arquelao  y  que  tal  vez  habían  vuelto  a  destruir  los  disturbios
      posteriores.  La  implantación  del  servicio  militar  permitióle  crear  un  ejército  na­
      cional,  que  fué  creciendo  poco  a  poco,  hasta  llegar  a  encuadrar  a  unos  40,000
      hombres.
          Y,  además  de  formar  este  ejército,  supo  imprimirle  la  disciplina  necesaria
      y  una  formidable  capacidad  militar.  Refieren  de  él  las  fuentes  que  suprimió
      todo  lo  que  consideraba  bagaje  innecesario,  incluyendo  los  carros  de  impedi­
      menta  de la  infantería,  que  asignó  solamente  un  caballerizo  a  cada  jinete  y  que
       obligaba  a  sus  tropas  a  marchar  con  gran  frecuencia,  incluso  en  los  días  más  ca­
      lurosos  del  verano,  hasta  6  y  7  millas,  con  toda  su  impedimenta  y  provisiones
       para  varios  días.  La  disciplina  mantenida  dentro  de  este  ejército  era  tan  rígida,
       que  en  la  guerra  del  año  338  fueron  dados  de  baja  dos  jefes  por  llevar  al  cam­
       pamento  a  una  tocadora  de  laúd.  Y,  con  el  servicio,  implantó  el  principio  férreo
       de que  unas  personas  estaban llamadas  a  mandar  y  otras  a  obedecer,  y  una  jerar­
       quía  de  mandos  cuyas  puertas  se  hallaban  abiertas  solamente  al  mérito  y  a  la
       competencia  reconocida.
           Los  resultados  de  esta  organización  militar  no  tardaron  en  presentarse.
       Como  consecuencia  de  ella,  las  distintas  regiones  del  país  pasaron  a  formar  un
       todo  coherente  y  los  macedonios  empezaron  a  pensar  y  a  sentir  como  un  solo
       pueblo;  los  territorios  nuevamente  conquistados  se  fundieron  en  unidad  con  la
       antigua Macedonia.  Y,  sobre todo,  esta  unidad  y la  tónica  militar  predominante
       a  partir  de  entonces  dieron  al  pueblo  macedonio  un  firme  sentimiento  de  con­
       fianza  en  su  propia  capacidad  guerrera  y  una  gran  energía  moral  basada  en  el
       orden  y  en  la  disciplina  de  un  estado  cuya  cabeza  visible  era  el  propio  rey.  La
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