Page 43 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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Pero no se crea que los atenienses obraban así movidos solamente por el
temor de que el rey pretendiese cimentar su obra sobre la Hélade; el partido
macedonio con que ya contaba Filipo o que se creó ahora, ante la nueva situa
ción, no estaba integrado solamente, ni mucho menos, por traidores y gentes
vendidas al enemigo, como quiere hacernos creer Demóstenes. Es significativo
que uno de los partidarios más leales del rey fuese Demaratos de Corinto, amigo
de Timoleón y compañero suyo de luchas en la campaña de liberación de Sici
lia, entregado como nadie a la gran idea de la lucha nacional contra los persas.
Es posible que otros muchos abrazasen también el punto de vista que Aristóte
les expresa al sostener que sólo la monarquía era, por su propia naturaleza, capaz
de colocarse por encima de los partidos que destrozaban la vida política de Gre
cia y de instaurar el régimen de gobierno del justo medio, “pues la misión del
rey es la del guardián llamado a velar por que los poseedores no sean perjudi
cados en sus fortunas ni el demos tratado con despotismo ni con arrogancia” .
La tiranía, tantas veces intentada, no había logrado llevar a cabo esta obra,
“porque no descansa, como la monarquía de viejas raíces, en títulos propios, sino
sobre el favor del demos o sobre la violencia y el desafuero” .
Ahora bien, ¿fué éste, realmente, el sentido que Filipo imprimió a su po
lítica?
Sin poner el pie en tierra ática, avanzó con sus tropas al Peloponeso. Ciu
dades como Megara, Corinto, Epidauro y otras, resueltas a defenderse detrás
de sus murallas, apresuráronse a pedir la paz; el rey fué concediéndosela a cada
una por separado, a los corintios bajo la condición de que entregasen Acrocorm-
to a una guarnición macedonia; a estos convenios de paz siguieron otros, a lo
largo de la marcha de los macedonios a través del Peloponeso, dándose a todas
las ciudades instrucciones para que enviasen sus embajadores a Corinto con
plenos poderes para concertar la paz general. Esparta fué la única que se negó
a todo acto de sumisión; Filipo cruzó el territorio de Laconia hasta llegar al
mar y luego, ateniéndose al fallo de un tribunal arbitral, estableció las fronteras
de Esparta con Argos, Tega, Megalópolis y Mesenia, haciendo que los pasos
más importantes quedasen en manos de quienes habrían preferido verse libres
de todo cuidado para el porvenir con la destrucción del odiado estado espartano.
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Ya se hallaban reunidos en Corinto los representantes de todos los estados
de la Hélade —menos los de Esparta—; en esta asamblea se concertó, tal vez
a base de un proyecto presentado por el rey Filipo, del que sabemos con segu
ridad que no revistió la forma de una orden macedónica, “la paz común y el
tratado federal” . Las bases de esta federación eran la libertad y autonomía de
todas las ciudades helénicas, la posesión libre y sin trabas de sus propiedades,
recíprocamente garantizadas, libertad de tráfico y una paz constante entre ellas.
Para garantizar estas bases y aplicar las normas que de ellas se derivasen se