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• Casi es innecesario decir hasta qué punto es lenguaje débil llamar
a una mujer chica, reina, chata, guapa.
• Llamar a las personas por el nombre con que ellas mismas se han
presentado.
• No introducir por su cuenta diminutivos ni apodos coloquiales. No
llame Pedrito a Pedro, ni Pepa a Josefa.
• ¿CÓMO ESCUCHO?
Cabe preguntarse, en términos generales, hasta qué punto
escuchamos mal. La investigación demuestra que:
• Sólo usamos aproximadamente un cuarto de nuestra capacidad de
escuchar.
• Sólo usamos un décimo de nuestro potencial de memoria.
• En el término de ocho horas nos olvidamos de la mitad de lo que
hemos oído.
• Finalmente, olvidamos el noventa y cinco por ciento de lo que
hemos oído, a menos que algo nos lo recuerde después.
• Lo poco que recordamos, lo deformamos.
• Cuando alguien se encuentra con usted por primera vez, ¿con qué
tipo de oyente, además, se encuentra? La pregunta es decisiva
cuando de dar una buena impresión se trata, porque si usted no
sabe escuchar, no importa lo bien vestido/a que esté ni lo dulce
que sea su voz ni cuánta fuerza tenga su lenguaje.
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