Page 113 - 0003476
P. 113
ix6 G. Marañón
ced a esa misma inteligencia, a lo que
el bruto no osaría hacer: a comer has
ta hartarse y después guardar lo que
ya no le sirve para subsistir, y hacerse
millonario, mientras a su lado perecen
otros hombres hambrientos. Y a hun
dirse ciegamente, después de satisfe
cho su erotismo, en los abismos inúti
les de la sensualidad.
Se hace entonces necesaria la ley.
Pero el magistrado que la dicta sabe
muy bien que con ella coarta, en pro de
la sociedad, los desmanes del hombre
perverso, del que utiliza su santa liber
tad humana para el mal; mas, a la vez,
inevitablemente, aprisiona el impulso
generoso y altruista del hombre de ex
cepción. Por eso, a medida que la ley
es más fuerte, la sociedad está más se
gura, pero disminuyen inevitablemente