Page 16 - Loor de Nuestra Señora
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La Conquista lo trajo por tierra tucumana,

                        Y aquerenciado en ella quedó de buena gana;
                        Obtuvo en Catamarca una merced cercana
                        A las de Luis Medina y Pedro de Maidana.



                        Allí, como vecino de estancia o de alquería

                        (Que entonces no otra cosa Valle Viejo sería)
                        Vivía este dilecto devoto de María
                        En el temor de Dios y en su santa alegría.


                        Mas, amén de vecino y amén de labrador,

                        Como era varón justo y honrado servidor,
                        El valle le tenía por Administrador;
                        Le tenían los indios por juez y defensor.


                        Y como tal, sin duda, llegó a saber de oídas

                        Que desde hacía un tiempo, por las anochecidas,
                        Enderecera a Choya los indios a escondidas
                        Se internaban con lámparas y velas encendidas.


                        Oyó que en cierto oculto rincón de las quebradas,

                        Frente a una antigua gruta prendían fogaradas;
                        Con música de quenas cantaban sus tonadas;
                        Bailaban sus extrañas danzas descompasadas.


                        Temiendo que ello fuera cosa de idolatría;

                        Velando por los indios a quienes protegía;
                        Quiso el buen vizcaíno, como correspondía,
                        Averiguar la causa de tanta algarabía.








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