Page 12 - LIBRO 1-EDDY
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Los testimonios de los profesores y compañeros de Luchito eran un carrusel de anécdotas

            que  iban  de  la  risa  incontrolable  a  la  frustración  más  absoluta.  Uno  de  los  relatos  más
            memorables fue el de Julio, su compañero de pupitre, quien recordó cómo su cuaderno de

            ciencias literalmente voló por los aires durante un examen bimestral. Aquella mañana de
            examen, Luchito, con su eterna sonrisa traviesa, le pidió a Julio su cuaderno de ciencias

            para poder copiar algunas respuestas. Pero Julio, decidido a concentrarse en su examen,

            se negó rotundamente.


            Luchito, lejos de rendirse, decidió tomar cartas en el asunto o, mejor dicho, tomar el cuaderno
            por su propia cuenta. Sigilosamente, deslizó su mano hacia la carpeta de Julio y sacó el

            cuaderno  con  una  habilidad  digna  de  un  mago.  Mientras  intentaba  copiar  algunas

            respuestas,  se dio  cuenta de  que  Julio  verdaderamente  no estaba  al día  y  entonces,  el
            cuaderno  salió  volando  por  los  aires.  Como  en  una  película,  el  cuaderno  describió  una

            perfecta parábola antes de aterrizar de manera espectacular en la cabeza de un compañero
            sentado unas filas atrás.


            —¡Ni siquiera estás al día! —exclamó Luchito con fingida indignación, señalando la falta de

            respuestas en el cuaderno, lo que desató una risa colectiva en el aula. Sin embargo, la

            diversión no duró mucho. La maestra, con una mirada fulminante, se levantó de su pupitre y
            decidió anular no solo el examen de Luchito, sino también el de Julio, lo que hizo que la risa

            se transformara en un gemido de incredulidad y frustración.


            Los maestros de la escuela podrían haber escrito una enciclopedia completa, con capítulos

            que iban de la comedia más absurda al horror más puro, y todo gracias a un solo autor:
            Luchito. Cada día, ese pequeño travieso lograba transformar una jornada ordinaria en una

            épica de acción y comedia que ponía al borde a todos los presentes. Y aunque ellos ya
            deberían estar acostumbrados, siempre había algún valiente que se dejaba sorprender.



            La habilidad de Luchito para convertir hasta el recreo más tranquilo en una explosión de
            locuras era casi admirable, aunque, claro, siempre a expensas de los frágiles nervios de sus

            sufridos maestros, quienes, al final del día, parecían sobrevivientes de una batalla épica... o
            de una muy larga jornada de comedia involuntaria.






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