Page 9 - LIBRO 1-EDDY
P. 9
administración del colegio, consciente del desastre inminente, decidió intervenir. Ofrecieron
un "bono de peligro" a los valientes docentes que se atrevieran a enseñar en el infame "salón
del terror", como se había apodado al aula de Luchito. Este incentivo financiero, aunque no
eliminaba las tensiones, servía como un pequeño consuelo para los agotados docentes que
optaban por continuar su misión educativa.
Pero el caos no terminaba ahí. Las mamás, preocupadas por lo que contaban sus
hijos, empezaron a quejarse. El nombre de Luchito se escuchaba una y otra vez en las
charlas, como un susurro de preocupación y enojo. Muchas se preguntaban por qué seguía
en la escuela y cómo era posible que no lo hubieran expulsado después de tantas travesuras.
Pero Luchito, con su astucia, siempre iba un paso adelante de todos. Sabía que leyes del
ministerio de educación lo protegían, ¡y no dudaba en usarlas a su favor! Además, su papá,
el señor Lucho, siempre pagaba las mensualidades del colegio por adelantado. Es decir, en
una sola armada pagaba todo el año, lo que dejaba a la directora en una situación difícil.
A pesar de las quejas, el colegio no podía deshacerse del niño travieso por culpa de
estas leyes del ministerio de educación. Mientras tanto, Luchito seguía perfeccionando sus
travesuras día tras día, manteniéndose firme en la escuela, a pesar de todas las quejas y
protestas. Pero, ojo, ¡no hay que confundirnos! Las travesuras de Luchito no son para
aplaudir ni para copiar. Aunque sus historias puedan ser divertidas, nos recuerdan que
portarse mal siempre trae problemas. Los estudiantes que trataron de seguir sus pasos
terminaron metidos en líos mucho más grandes. Luchito, con toda su astucia, nos enseña
que lo que parece gracioso al principio puede convertirse en una trampa para quienes no
piensan en las consecuencias. Así que sus travesuras deben ser vistas con cuidado, no
como algo a imitar, sino como un recordatorio de que, tarde o temprano, las travesuras
siempre tienen un precio.
8

