Page 93 - MANUAL NO SÉ SI ME EXPLICO
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en el refrigerador...donde los vea. Hasta en la pulsera del reloj
                                puede llevar una versión en miniatura.


                             2.  Haga un pacto con alguien para que le dé un ligero codazo o le

                                haga una señal convenida cada vez que usted los use.


                  He  aquí  algunas  reglas  útiles  para  evitar  un  lenguaje  que  pueda  ser
                  ofensivo:



                         ◼ ◼    Cuidar  el  tratamiento  con  los  apellidos.  Si  presenta  al  “señor
                             Fernández”, a su interlocutora debe presentarla como la “señora

                             Romero”, no como “María”. Y si presenta o se dirige a la mujer por
                             su nombre de pila, haga lo mismo con el hombre.


                         ◼ ◼    Si en la casa hay personas con título, presentarlas sencillamente

                             como:  “Un  amigo,  el  ingeniero  Chávez”,  “Mi  médico,  el  doctor
                             Saporta”, “Mi abogada, la señora Pereda”.


                         ◼ ◼    Casi es innecesario decir hasta qué punto es lenguaje débil llamar

                             a una mujer chica, reina, chata, guapa.


                         ◼ ◼    Llamar a las personas por el nombre con que ellas mismas se han
                             presentado.


                         ◼ ◼    No introducir por su cuenta diminutivos ni apodos coloquiales. No

                             llame Pedrito a Pedro, ni Pepa a Josefa.


                  ¿CÓMO ESCUCHO?


                         Cabe  preguntarse,  en  términos  generales,  hasta  qué  punto

                  escuchamos mal. La investigación demuestra que:


                         ◼ ◼    Sólo usamos aproximadamente un cuarto de nuestra capacidad de
                             escucha.

                         ◼ ◼    Sólo usamos un décimo de nuestro potencial de memoria.
                         ◼ ◼    En el término de ocho horas nos olvidamos de la mitad de lo que

                             hemos oído.


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