Page 558 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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de frente y tres de perfil. Aquí tenemos la «rueda de la ley» interrumpida, que
representa los nueve meses del período prenatal y los tres grados de desenvolvimiento
espiritual necesarios para producir el hombre perfecto. Los cuatro reyes armados son
los arquitectos amonianos egipcios, que arrancaron el universo a cuchilladas. También
son los signos fundamentales del Zodiaco. Las cuatro reinas, con flores de ocho
pétalos en la mano como símbolo de Cristo, son los signos fijos del Zodiaco. Las
cuatro jotas, dos de las cuales llevan ramitas de acacia —la jota de corazones, en la
mano, y la de tréboles, en el sombrero—, son los cuatro signos comunes del Zodiaco.
Cabe destacar también que las figuras de los piques no miran hacia el número que está
en la esquina de la carta, sino hacia el otro lado, como si temieran a aquel emblema de
la muerte. El Gran Maestro de la orden de las cartas es el rey de tréboles, que lleva el
orbe como símbolo de su dignidad.
Según este simbolismo, el ajedrez es el más importante de todos los juegos. Ha
sido llamado «el juego real», el pasatiempo de los reyes. Como las cartas del Tarot, las
piezas del ajedrez representan los elementos de la vida y la filosofía. Ya se jugaba en
India y en China mucho antes de que llegara a Europa. Los príncipes de las Indias
Orientales solían sentarse en los balcones de sus palacios y jugar al ajedrez con seres
humanos colocados encima de un suelo de mármol con cuadrados blancos y negros
en el patio que había abajo. La creencia popular es que los faraones egipcios jugaban
al ajedrez, aunque, después de estudiar sus esculturas y sus miniados, se ha llegado a
la conclusión de que aquel juego era una especie de damas. En China, con frecuencia
se tallaban las piezas para representar las dinastías de guerreros, como la manchú y la
ming. El tablero de ajedrez está compuesto por sesenta y cuatro cuadrados, blancos y
negros alternativamente, y simboliza el suelo de la Casa de los Misterios. Sobre aquel
campo de la existencia o el pensamiento se mueven un montón de figuras talladas de
forma extraña, cada una según sus propias normas. El rey blanco es Ormuz; el rey
negro es Ahrimán, y en las planicies del cosmos se libra, con el correr del tiempo, el
gran combate entre la luz y la oscuridad. De la constitución filosófica del ser humano,
los reyes representan el espíritu; las reinas, la mente; los alfiles, las emociones; los
caballos, la vitalidad, y las torres, el cuerpo físico. Las piezas del lado del rey son
positivas y las del lado de la reina, negativas. Los peones son los impulsos sensoriales
y la capacidad de percepción: las ocho partes del alma. El rey blanco y su séquito
simbolizan el Yo y sus vehículos; el rey negro y su comitiva, el no Yo, el falso ego y su
legión. Por consiguiente, el juego del ajedrez plantea la eterna lucha de cada parte de
la naturaleza compuesta del hombre contra la sombra de sí misma. La naturaleza de
cada una de las piezas se pone de manifiesto en la manera en que se mueve y la