Page 768 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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sistemática  de  errores  similares  en  varios  volúmenes  impresos  más  o  menos  por  la

  misma  época  han  dado  mucho  que  pensar  a  los  estudiosos  y  a  los  expertos  en
  criptogramas. En los criptogramas baconianos, todos los números de página acabados

  en 89 parecen tener una significación especial. En el folio de «Shakespeare» de 1623,

  en  la  página  89  de  las  Comedias,  aparece  un  error  tipográfico  en  la  paginación:  el

  nueve es mucho más pequeño que el ocho. Falta la página 189; hay dos páginas con el
  número 187, y en la página 188 el segundo ocho es algo más del doble de tamaño que

  el primero. La página 289 tiene bien el número y no presenta ninguna característica

  insólita,  pero  falta  la  página  89  de  las  Historias.  Varios  volúmenes  publicados  por

  Bacon presentan errores similares, a menudo relacionados con la página 89.
       También hay claves numéricas de las que se extrae el mensaje críptico contando la

  décima,  la  vigésima  o  la  quincuagésima  palabra.  En  algunos  casos,  el  recuento  es

  irregular.  Puede  ser  que,  para  encontrar  la  primera  palabra  importante,  haya  que
  contar hasta cien; para la segunda, hasta noventa: para la tercera, hasta ochenta, y así

  sucesivamente hasta llegar a diez. Entonces se vuelve a contar hasta cien y se repite el

  proceso.





       5. La clave musical. John Wilkins, posteriormente obispo de Chester, divulgó en

  1641 un ensayo anónimo titulado Mercury, or the Secret and Swift Messenger. En este
  librito, que derivaba en su mayor parte de los tratados de Trithemius y de Selenus,

  más  voluminosos,  el  autor  establece  un  método  por  el  cual  los  músicos  podían

  conversar entre ellos reemplazando las notas musicales por las letras del alfabeto. Dos
  personas que conocieran el código podían comunicarse entre sí por el mero hecho de

  tocar  unas  notas  determinadas  al  piano  o  en  cualquier  otro  instrumento.  Los

  criptogramas musicales pueden ser complejos hasta un grado inconcebible; mediante

  determinados sistemas, se puede tomar un tema musical ya existente y ocultar en él un
  criptograma sin modificar realmente la composición en absoluto. Los banderines que

  se colocan encima de las notas pueden ocultar la clave o se puede cambiar el sonido

  de las notas por sílabas que tengan un sonido similar. Este último método es eficaz,

  aunque  tiene  un  alcance  algo  limitado.  Todavía  existen  varias  composiciones
  musicales  de  sir  Francis  Bacon;  examinarlas  podría  revelar  criptogramas  musicales,

  porque  en  realidad  lord  Bacon  estaba  muy  familiarizado  con  la  manera  de

  construirlos.
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