Page 772 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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Aquí  se  muestra  al  Hierofante  Supremo,  Amo  del  Santo  Imperio  doble  de  los

  universos superiores e inferiores. El antiguo emblema del equilibrio consistía de un
  cuerpo  andrógino  coronado  por  dos  cabezas,  una  masculina  y  la  otra  femenina,

  portando una sencilla corona imperial. Ese ser único, en el cual todos los opuestos

  están  reconciliados,  es  perfecto;  y  este  estado  de  perfección  está  adecuadamente

  tipificado  en  las  dos  cabezas  de  igual  dignidad.  Por  lo  tanto,  el  águila  bicéfala  está
  reservada como el emblema de la consumación, ya que representa la Piedra Filosofal,

  la última condición del alma, y aquella perfección absoluta y trascendental que sólo

  sale  del  desenvolvimiento  más  completo  de  las  potencialidades  latentes  dentro  del
  individuo.  Filosóficamente,  el  trigésimo  tercer  grado  del  Rito  Escocés  Antiguo  y

  Aceptado  representa  el  santuario  recóndito  del  misticismo  Masónico.  Si  el  águila

  bicéfala,  el  símbolo  de  aquel  grado  sublime,  estuviese  dotada  con  el  poder  de  la
  palabra, diría:

       «Solo  me  puede  portar  aquel  en  quien  no  existe  el  engaño:  en  quien  todas  las

  pasiones han sido transmutadas en compasión, toda ignorancia natural en sabiduría

  divina, todo egoísmo en abnegación; porque yo soy un emblema antiguo y sagrado de
  toda grandeza, perfección y verdad. Represento una condición espiritual, una actitud

  mental, un estado físico logrado solo por los elegidos de la Tierra. Soy el símbolo del

  alma iluminada y transfigurada que ha renacido y alcanzado el trono de la Divinidad.

  Soy el símbolo del portero, ya que con una cara observo el semblante radiante de mi
  Creador y con la otra la expansión del universo que Él ha creado. Sobre mis fuertes

  alas de la intuición y la razón los hombres han ascendido a una posición entre el Cielo

  y la Tierra. Aquel sobre quien desplego mis alas es más que un hombre, pero menos
  que  un  dios;  por  lo  tanto,  él  es  un  dios-hombre.  Entre  mis  talones  empuño  la

  flameante espada querubímica, el flameante espíritu-fuego con el cual el milagro de

  mi existencia fue elaborado. Soy el símbolo del Iniciador que, a través de las épocas,
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