Page 790 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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En el gran templo de Montsalvat está Parsifal, el tercer y último rey del Santo Grial,
que sujeta en alto el Grial verde fulgurante y la lanza sagrada. Del extremo de la lanza
mana un hilillo interminable de sangre. Delante de Parsifal está arnodillada Kundry
(Kundalini), la tentadora, que, tras liberarse del hechizo del malvado Klingsor, adora
las reliquias sagradas de la Pasión. Acerca de los Misterios del Grial, Hargrave
Jennings escribe lo siguiente: «El concilio de los Caballeros o los Hermanos del Santo
Chal, o Graël era un reflejo del vínculo sagrado, consagrado por los sacramentos, que
mantenía unidos a los majestuosos y místicos rosacruces. En realidad, ellos eran los
guardianes de los misterios mayores. Según este sentido de lo misterioso y lo sagrado,
la liga de la Nobilísima Orden de la Jarretera —la primera de caballería— en realidad
no es una liga, sino un guardián o cuidador, el custodio más sagrado y santo de la
castidad sobrenatural de la personalidad femenina más exaltada —evidentemente, en
sentido abstracto y milagroso—, el fundamento mismo del cristianismo: el cinturón o
la faja de la santísima e inmaculada Virgen María, la reina del cielo, que, con su pie
victorioso, por los siglos de los siglos pisotea al dragón con su pureza celestial, como
“Madre de Cristo”». (Véase Phallicism). La clave de los Misterios del Grial resulta
evidente, si en la lanza sagrada se reconoce la glándula pineal, con su peculiar
proyección en punta, y, en el Santo Grial, la glándula pituitaria, que contiene la
misteriosa Agua de Vida. Montsalvat es el cuerpo humano; el templo abovedado que
tiene en la cima, el cerebro, y el castillo de Klingsor, situado en el valle oscuro que
hay abajo, la naturaleza animal que atrae a los caballeros (las energías del cerebro)
hacia el jardín de la ilusión y la perversión. Parsifal, como el candidato purificado, se
convierte en Maestro de las reliquias sagradas y de la ciencia sagrada que representan;
Kundry, después de cumplir la finalidad de su existencia, muere al pie del altar con las
palabras inmortales: «¡Yo sirvo!».