Page 791 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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                                     EL CRISTIANISMO MÍSTICO





  Nunca se ha desvelado al mundo la verdadera historia de la vida de Jesús de Nazaret,
  ni en los Evangelios canónicos ni en los apócrifos, aunque se pueden encontrar unas

  cuantas  insinuaciones  vagas  en  algunos  de  los  comentarios  escritos  por  los  padres

  prenicenos. Los hechos relacionados con Su identidad y Su misión figuran entre los
  misterios inestimables que, hasta el día de hoy, se conservan en las cámaras secretas,

  bajo las Casas de los Hermanos. Parte de la extraña historia fue contada a un puñado

  de  Caballeros  Templarios,  que  fueron  iniciados  en  los  arcanos  de  los  drusos,  los

  nazarenos,  los  esenios,  los  juanistas  y  otras  sectas  que  aún  vivían  en  los  refugios
  remotos  e  inaccesibles  de  Tierra  Santa.  El  hecho  de  que  los  Templarios  tuvieran

  conocimiento  de  la  historia  primitiva  del  cristianismo  fue  —sin  duda—  uno  de  los

  motivos  fundamentales  por  los  que  fueron  perseguidos  hasta  su  aniquilación.  Las

  discrepancias  en  los  escritos  de  los  primeros  Padres  de  la  Iglesia  no  solo  son
  irreconciliables,  sino  que  demuestran  fuera  de  toda  duda  que,  incluso  durante  los

  cinco primeros siglos después de Cristo, aquellos hombres instruidos no tenían como

  base de sus escritos nada más sólido que el folclore y los rumores. Para el crédulo,
  todo es posible y no hay ningún problema; en cambio, la persona objetiva que busca

  hechos se enfrenta con gran cantidad de problemas y con factores inciertos, de los

  cuales son típicos los siguientes:

       Según la concepción popular, Jesús fue crucificado en el trigésimo tercer año de
  Su vida y en el tercero de Su ministerio después de Su bautismo. Alrededor del año

  180, san Renco, obispo de Lyon y uno de los teólogos prenicenos más destacados,

  escribió Contra las herejías, un ataque a las doctrinas de los gnósticos. En esta obra,

  Ireneo afirmaba, basándose en la autoridad de los propios apóstoles, que Jesús vivió
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