Page 10 - Diálogos
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dónde, ya que desaparece de mi vista. Pero en ese
momento descubro a quien iba dirijo lo que le arrojo,
lo que sea que haya sido. Levanta en brazos un cuerpo
más pequeño y al momento se abre la puerta, aven-
tándolo a la calle. Un joven de unos trece o catorce
años, sobándose la cabeza, sin playera ni zapatos.
Voltea la cabeza y grita algo que no alcanzo a escu-
char. Azota la reja y se va caminando por la avenida
desierta, hasta que lo pierdo de vista.
Mis ojos recorren las casas detenidamente. Una ventana
a media luz destaca, ya que una persona está frente
a una computadora. Cada tanto levanta una taza,
enciende un cigarro y continua con su trabajo. Se ve
tan desesperado, melancólico, solo. ¿Será escritor?
¿Periodista? ¿Qué estará escribiendo? ¿Acaso está tra-
tando de escapar de algo? ¿De qué? ¿Quién lo habrá
dañado? ¿Para quién serán sus letras? Estas preguntas
me revuelven un poco el estómago, me llenan la ca-
beza de ideas y hubieras, pensando en mí misma,
volcando mi propio pasado en una persona que no
conozco y ni se a ciencia cierta que esté haciendo.
Así que busco una nueva ventana, para alejar un poco
esa depresión que me deja un sabor de boca semia-
margo.
Un edifico de departamentos, cada ventana tiene algo
diferente que contar. Una pareja cenando, un tipo
viendo la televisión, alguien más sé está bañando. Pero
este juego de adivinar que pasa detrás de las cortinas
me está aburriendo. Enciendo un cigarro y contemplo
la noche, con la luna en lo alto, viendo como la punta
de este vicio agrio se consume en efímeros hilos de
humo. Saboreo cada bocanada como si fuera la última.
Me levanto y camino despacio por la habitación, como
si quisiera flotar, no hacer ruido. Recojo la bolsa que
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