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Trágica historia de amor y voyerismo


           La  travesía  con  esta  carga  ha  sido  difícil.  En  cada
           parada de autobús, cada vez que veo a un policía,
           cada momento incomodo cuando alguien se sienta a
           mi  lado,  siento  como  si  me  estuvieran  observando.
           Como si adivinaran lo que llevo sobre mis hombros, lo
           que está en mi bolsa, lo que oculta mi mirada. Me es
           imposible  no  sentirme  culpable  y  excitada,  igual  a
           como cuando tienes sexo por primera vez, a escondi-
           das,  ahogando  los  gemidos,  detrás  de  la  puerta,  en
           una casa vacía, mientras tus sentidos se dividen entre
           el  goce  de  las  embestidas  y  la  sensación  de  estar
           siempre  alerta,  para  que  al  menor  ruido  actuar  y
           subirte rápido la ropa interior, acomodarte el sostén y
           alaciarte el cabello. Justo así me siento, solo que un
           poco más excitada -por el hecho de ser descubierta-
           y menos culpable por eso que llevo arrastrando.

           Llegue  a  este  hotel  donde  la  vista  se  pierde  entre
           cientos  de  casas,  avenidas  y  árboles  mal  podados.
           Arrojo la bolsa al rincón, me quito los zapatos y las
           medias y, sin prender la luz, me siento cerca de la
           ventana  a  observar.  Cada  casa  tiene  algo  diferente,
           una  historia  que  contar.  La  primera  que  llama  mi
           atención es apenas una morada de un piso, descui-
           dada,  patio  al  frente  y  reja  barata.  La  luz  que  se
           cuela por entre las ventanas dibujan una sombra mas-
           culina, que se mueve erráticamente. Una segunda si-
           lueta,  femenina,  aparece  en  escena,  levantando  una
           mano  como  cubriéndose.  El  hombre  arroja  algo  por
           sobre la cabeza de ella, pero no alcanzo a distinguir
           si hace o no blanco en su objetivo. Se acerca a la
           mujer  y  claramente  se  ve  como  tres  golpes  hacen
           mella  en  el  cuerpo.  La  jalonea  y  avienta,  no  sé  a

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