Page 51 - Diálogos
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No existe
—Solo se feliz.
—En serio, ¿juegas conmigo? Púdrete.
—Solo quiero que seas feliz.
El sol de la tarde cubrió el firmamento con tonos
cobrizos. Los árboles empezaban a bailar con el viento.
Y el tiempo se detuvo, recordando el momento.
Canciones de Nirvana rompen el silencio en el auto.
Se entremezclan con los sollozos de Erika. No entiende
que será la última vez que vea a Daniel. Se aferra a
los últimos cuatro años de su vida, se aferra a la
idea de la boda en julio, se aferra como un niño en
el asiento de una montaña rusa. La decepción ante
sus padres, la pérdida del depósito del salón, el vestido
de novia guardado en un armario. Zapatillas blancas
que no serán gastados en el tacón. Y llora profusa-
mente, golpeando el brazo que se extiende ante ella.
—¿Por qué, por qué, por qué?
El vodka fluye constantemente. Los sueños se disper-
san, dejando todo en una calma hipnotizante. Enciende
el televisor y deja que las horas transcurran entre
humo de cigarro, estática y comida enlatada.
—¡Contéstame, hijo de puta!
Un año después, las cosas siguen en su sitio. Treinta
kilos de más, las primeras arrugas y la foto de la
última vez que fueron felices en su regazo. “Solo quiero
que seas feliz”. Maldito bastardo. Se levanta penosa-
mente al trabajo, esperando que pase un autobús ur-
bano y la atropelle a mitad de la calle. Apenas si se
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