Page 55 - Diálogos
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Relato de una habitación
Hoy te vi salir de la cama. Levantaste las sabanas
suavemente, creyendo que con eso no me moverías,
pero al otro lado, mis ojos te veían a través del reflejo
de la ventana, mientras que el sol, que entraba a la
habitación, la llenaba de reflejos cálidos. Caminaste,
vestida solamente con un calzón de fina tela negra, el
cual acomodaste de entre tus nalgas con un dedo.
Bostezabas mientras te estirabas, haciendo que tu es-
palda se arqueara y tu pecho temblara. Te sentaste en
el pequeño puff morado, encendiste un cigarro, miraste
hacia el espejo, mientras yo contemplaba toda tu be-
lleza. Tu cabello enmarañado, castaño fino, un poco
undulado, tus ojos, donde lo infinito se graba, tus
labios pequeños y rosados, con una sonrisa inocente-
mente maquiavélica. Tus dedos largos que jugaban con
el tabaco, dando vueltas y vueltas, tu vientre plano,
tus piernas largas. No podría describir la grandeza de
un cuerpo como el tuyo, viéndose reflejado en el espejo
de una habitación cualquiera, en un apartamento cual-
quiera. Te quedaste fumando, viendo ahora el techo,
descubriendo las formas extrañas que se forman por
entre la rugosidad del tirol y la humedad.
De repente, estiraste la mano y tomaste tu vieja ca-
miseta, esa que esta percudida y manchada, con el
hoyo más grande que he visto en alguna prenda tuya,
esa con la que te ves tan bien. Te la pusiste, aco-
modándote el cabello por sobre tu hombro. Te veías
tan sensual, el olor a noche aún no desaparecía de
tu cuerpo, que en ese momento podría haber saltado
de la cama y poseerte nuevamente, como la noche
anterior, cuando gemías entre mis manos, me araña-
bas la espalda, mientras yo me perdía entre ese monte
de venus que es tu cuerpo.
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