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Putita mía



           Hoy te eh visto nuevamente. Caminaste con aquel quien
           solo te quiere para usarte. Tomaste su mano, mientras
           el,  abrazándote,  se  regodeaba  saludando  a  alguien
           más. Y no sé qué es lo que te pasa, tal vez sea lo
           mismo que en esa vieja fabula, la que da todo por
           unos cuantos halagos, esa que dice así.

           Con sus negros ojos, el cuervo observaba al zorro que
           se hallaba en el suelo. Lo miró saltar una y otra vez,
           tratando de llegar a él, sin conseguirlo cada vez. Pero
           el cuervo callaba, porque sujetaba con fuerza en su
           pico un gran trozo de queso.

           Cuando  el  astuto  zorro  comprendió,  por  fin,  que  no
           podría alcanzar el queso del cuervo, trató de obtenerlo
           de algún otro modo.

           -¡Mi querido cuervo! -le dijo suavemente- ¡Oh, her-
           mosura del bosque! ¡Tu fuerza es mayor que la del
           águila, tu vuelo es más bello que el de la golondrina,
           tu reluciente plumaje negro brilla más que el del pavo
           real! ¡Lástima que siendo tú el ave más sublime que
           la naturaleza haya podido crear, no te otorgo una voz
           comparada a tu grandeza!

           Los negros ojos del cuervo habían brillado de alegría
           ante la adulación del zorro, pero sus últimas palabras
           lo irritaron. ¿Qué quería decir al afirmar que no tenía
           una bella voz?

           -Quizá esto último sea mentira -dijo el zorro- Puede
           ser que el ruiseñor haya difundido esa falsedad para
           acabar con la única voz que puede superar a la suya.


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