Page 42 - Cartas a Jóvenes Enamorados (1987)
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               reacciones y carácter de las jóvenes, antes de permitir que el tema
               del matrimonio se posesione de tus pensamientos.
                    Isabel nunca te elevará. Ella no tiene en sí las facultades ocultas
               que, desarrolladas, la harían una mujer de juicio y habilidad para
               estar a tu lado, a fin de ayudarte en las batallas de la vida. Ella
               carece de fuerza de voluntad No tiene profundidad de pensamiento ni

               amplitud de mente que podrían ser una ayuda para ti. Tú contemplas
               la superficie y eso es todo lo que hay. En poco tiempo, si te casaras,
               el encanto desaparecería. Habiendo cesado la novedad de la vida
               matrimonial, verías las cosas en su perspectiva real, y encontrarías
               que has cometido una triste equivocación.

                    El amor es un sentimiento tan sagrado que muy pocos saben
               lo que realmente es. Es un término que se utiliza, pero que no se
               comprende. El cálido resplandor del impulso, la fascinación que
               un joven siente por una señorita no es amor; no merece ese nom-
               bre. El amor verdadero tiene una base intelectual, un conocimiento
               profundo del objeto amado.

                    Recuerda que el amor impulsivo es totalmente ciego. Tan pronto
               se coloca sobre objetos indignos como dignos. Controla un amor tal
               para que permanezca calmo y sereno. Dale lugar al pensamiento
               genuino y profundo, a la reflexión ferviente. ¿Es este objeto de tu
               afecto, en la escala de inteligencia y excelencia moral, en conducta

               y maneras educadas, de tal naturaleza que sentirías orgullo en
               presentarla a la familia de tu padre, y reconocerla en toda sociedad
               como el objeto de tu elección?
                    Concédete suficiente tiempo para observarla en todo aspecto, y
               entonces no confíes en tu propio juicio, sino permite que tu madre
               que te ama, tu padre, y tus amigos íntimos, hagan los comentarios

               críticos de aquella a quien te sientes inclinado a preferir. No confíes
        [37]   en tu propio juicio, y no te cases con alguien que sientes que no
               será una honra para tu padre y tu madre, sino con alguien que tiene
               inteligencia y dignidad moral.
                    La niña que entrega sus afectos a un hombre, y atrae su atención

               por medio de sus insinuaciones, exhibiéndose donde no pueda menos
               que ser tomada en cuenta por él, si no quiere parecer rudo, no es la
               niña con la cual querrá asociarse. Su conversación es ordinaria y
               frecuentemente superficial.
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