Page 80 - El Mártir de las Catacumbas
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Delante de nosotros se despliega la larga fila de tumbas hasta la milenaria ciudad. Aquí los
poderosos de esa Roma hallaron el lugar de su reposo, y aun hasta allí llevaron las pomposas
muestras de cuanto pueden la riqueza, la gloria del mundo y el poder. Debajo de nosotros se
hallan ocultas las rudas tumbas de aquéllos que en vida fueron reprobados como indignos de
respirar el aire libre bajo el sol del cielo.
¡Observad el cambio! En derredor nuestro están aquellas tumbas señoriales todas en ruinas,
su santidad profanada, sus puertas derribadas y su polvo llevado del viento. Los nombres de
aquellos que allí fueron sepultados nadie los recuerda; el imperio que fundaron ha caído; las
legiones que les llevaron en mil conquistas han dormido el sueño del que no despertarán hasta la
segunda resurrección.
Pero la memoria de los perseguidos que yacen debajo, la asamblea del Dios de la tierra
contempla con reverencia. Sus sepulcros se han tornado en santuarios de peregrinaje; y esa obra
en la cual desempeñaron ellos un papel tan noble ha sido transmitida a nosotros para que la
continuemos hasta que Jesús venga.
Humildes, despreciados, proscritos, afligidos, la fama se negó a asentar sus nombres en los
rollos de la historia; con todo, esto al menos lo sabemos bien, que sus nombres están escritos en
el Libro de la Vida, y su eterna comunión será con aquellos de quienes está escrito:
Estos son los que han venido de grande tribulación,
Y han lavado sus ropas,
Y las han blanqueado en la sangre del Cordero.
Por esto están delante del trono de Dios,
Y le sirven día y noche en su templo:
Y el que está sentado en el trono
Tenderá su pabellón sobre ellos.
No tendrán más hambre, ni sed,
Y el sol no caerá más sobre ellos,
Ni otro ningún calor.
Porque el Cordero que está en medio del trono
Los pastoreará,
Y los guiará a fuentes vivas de aguas:
Y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos.
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