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nombre  al  príncipe  heredero  y  en  otras  muchas  ocasiones  que  entre  año  se
          ofrecían,  cuando hablaban  al  Rey  en  sus  negocios  particulares  o en los  de  sus
          tierras  o  cuando  los  Reyes  visitaban  el  reino,  en  todas  estas  visitas  jamás  le
          besaban  las  manos  sin  llevarle  todo  el  oro  y  plata  y  piedras  preciosas  que
          sus  indios  sacaban  cuando  estaban  ociosos,  porque,  como  no  era  cosa  nece-
          saria  para  la  vida  humana,  no  los  ocupaban  en  sacarlo  cuando  había  otra
          cosa  en  que  entender.  Empero,  como  veían  que  los  empleaban  en  adornar
          las  casas  reales  y  los  templos  (cosa  que  ellos  tanto  estimaban),  gastaban  el
          tiempo  que  les  sobraba  buscando  oro  y  plata  y  piedras  preciosas,  para  tener
          qué  presentar  al  Inca  y  al  Sol,  que  eran  sus  dioses.
              Sin  estas  riquezas,  presentaban  los  curacas  al  Rey  madera  preciada,  de
          muchas  maneras,  para  los  edificios  de  sus  casas;  presentaban  también  los
          hombres  que  en  cualquiera  oficio  salían  excelentes  oficiales,  como  plateros,
          pintores,  canteros,  carpinteros  y  albañiles,  que  de  todos  estos  oficios  tenían
          los  Incas  grandes  maestros,  que,  por  ser  dignos  de  su  servicio,  se  íos  pre-
          sentaban  los  curacas.  La  gente  común  no  los  había  menester,  porque  cada
          uno  sabía  lo  necesario  para  su  casa,  como  hacer  de  vestir  y  de  calzar  y  una
          pobre choza  en  que  vivir,  aunque  entonces  se  la  daba  hecha  el  Consejo,  y
          ahora  la  hace  cada  uno  para  sí,  con  ayuda  de  sus  parientes  o  amigos.  Y  así
          los  oficiales  de  cualquier  oficio  eran  impertinentes  para  los  pobres  porque
          no  pretendían  más  de  pasar  y  sustentar  la  vida  natural,  sin  la  superfluidad
          de  tantas  cosas  como  son  menester  para  los  poderosos.
              Demás  de  los  grandes  oficiales,  presentaban  al  Inca  animales  fieros,
          tigres,  leones  y osos;  y otros  no  fieros,  micos  y  monos  y  gatos  cervales,  pa-
          pagayos  y  guacamayas,  y  otras  aves  mayores,  que  son  avestruces,  y  el  ave
          que  llaman  cúntur,  grandísima  sobre  todas  las  aves  que  hay  allá  ni  acá.  Tam-
          bién  le  presentaban culebras  grandes  y chicas,  de  las  que  se  crían  en los  An-
          tis:  las  mayores,  que  llaman  amaru,  son  de  veinticinco  y  de  a  treinta  pies
          y  más  de  largo.  Llevábanle  grandes  sapos  y  escuerzos  y  lagartos  que  llaman
          caimanes,  que  también  los  hay  de  a  veinticinco  y de  a  treinta  pies  de  largo.
          En suma, no hallaban cosa notable en ferocidad o en grandeza o en lindeza que
          no  se  la  llevasen  a  presentar  juntamente  con  el  oro  y  la  plata,  para  decirle
          que  era  señor  de  todas  aquellas  cosas  y  de  los  que  se  las  llevaban  y  para
          mostrarle  el  amor  con  que  le  servían.














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