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"Los  indios  del  Perú  comenzaron  a  tener  alguna  manera  de  república
           desde  el  tiempo  del  Inca  Manco  Cápa  y  del  Rey  Inca  Roca,  que  fue  uno
           de sus  Reyes.  Hasta entonces, en muchos siglos  atrás,  habían  vívido  en mucha
           torpeza  y barbatiedad,  sin  ninguna  enseñanza  de  leyes  ni  otra  alguna  policía.
           Desde  aquel  tiempo  criaron  sus  hijos  con  doctrina,  comunicáronse  unos  con
           otros,  hicieron  de  vestir  para  sí,  no  sólo  con  honestidad,  mas  también  con
           algún  atavío  y  ornato;  cultivaron  los  campos  con  industria  y  en  compañía
           unos  de  otros;  dieron  en  tener  jueces,  hablaron  cortesanamente,  edificaron
           casas,  así  particulares como  públicas  y  comunes;  hicieron  otras  muchas  cosas
           deste  jaez,  dignas  de  loor.  Abrazaron  muy  de  buena  gana  las  leyes  que  sus
           Príncipes,  enseñados  con  la  lumbre  natural,  ordenaron,  y  las  guardaron  muy
           cumplidamente.  En  lo  cual  tengo  para  mí  que  estos  Incas  del  Perú  deben
           ser  preferidos,  no  sólo  a los  chinos  y  japones  y  a  los  indios  orientales,  mas
           también  a los  gentiles  naturales  de  Asia  y  de  Grecia.  Porque,  bien  mirado,
           no es  tanto de estimar lo que  Numa Pompilio padeció y trabajó en hacer  leyes
           para  los  romanos,  y  Salón  para  los  atenienses  y  Licurgo  para  los  lacedemo-
           nios,  porque  supieron  letras  y ciencias  humanas,  las  cuales  enseñan  a  trazar
           y componer  leyes  y  costumbres  buenas,  que  dejaron  escritas  para  los  hom-
           bres  de  sus  tiempos  y  de  los  venideros.  Pero  es  de  grande  admiración  que
           estos  indios,  del  todo desamparados  de  estos  socorros  y  ayudas  de  costa,  al-
           canzasen  a fabricar  de  tal  manera  sus  leyes  (sacadas  las  que  pertenecen  a  su
           idolatría  y errores);  innumerables  de  ellas  vemos  que  guardan  hoy  los  indios
           fieles,  todas  puestas en razón y muy  conformes  a las  leyes  de  los  muy  grandes
           letrados;  las  cuales  escribieron  y  encomendaron  distintamente  a  los  nudos
           de  los  hilos  de  diversos  colores  que  para  sus  cuentas  tenían,  y  las  enseñaron
           a  sus  hijos  y  descendientes,  de  tal  manera  que  las  que  sus  primeros  Reyes
           establecieron,  de  seiscientos  años  a esta  parte,  tienen  hoy  tan  en  la  memoria
           como  si  ahora  de  nuevo se  hubieran  promulgado.  Tuvieron  la  ley  municipal,
           que  hablaba  acerca  de  los  particulares  provechos  que  cada  nación  o  pueblo
           tenía  dentro  de  su  jurisdicción.  Y  la  ley  agraria,  que  trataba  del  dividir
           y medir  las  tierras  y  repartirlas  por  los  vecinos  de  cada  pueblo;  la  cual  se
           cumplía  con  grandísima  diligencia  y  rectitud,  que  los  medidores  medían  las
           tierras  con  sus  cordeles  por hanegas,  que  llaman tupu,  y las  repartían  por los
           vecinos,  señalando  a  cada  uno  su  parte.  Llamaban  ley  común  a la  que  man-
           daba  que  los  indios  acudiesen  en  común  (sacando  los  viejos,  muchachos  y
           enfermos)  a  hacer  y  trabajar  en  las  cosas  de  la  república,  como  era  edificar
           los  templos  y  las  casas  de  los  Reyes  o  de  los  señores,  y  labrar  sus  tierras,
           hacer  puentes,  aderezar  los  caminos  y  otras  cosas  semejantes.  Llamaban  ley
           de  hermandad  a  la  que  mandaba  que  todos  los  vecinos  de  cada  pueblo  se
           ayudasen  unos  a otros  a  barbechar  y  a  sembrar  y  a  coger  sus  cosechas  y  a
           labrar sus  casas  y otras  cosas  de  esta  suerte,  y  que  fuese  sin  llevar  paga  nin-
           guna.  La  ley  que  llamaban  Mitachanácuy,  que  es  mudarse  a  veces  por  su
           rueda  o  por  linajes,  la  cual  mandaba  que  en  todas  las  obras  y  fábricas  de

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