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Es  importante  resaltar  la  influencia  de  este  punto  de  vista  personal.
          Sin  menoscabo  de  su  información  y  de  la  veracidad  objetiva  de  su  historia,
          hay  inevitablemente  un  factor  subjetivo,  determinado  por  su  reacción  es-
          piritual,  por  la  gravitación  de  los  sucesos  que  personalmente  le  conciernen
          y  las  circunstancias  de  tiempo,  de  ambiente,  de  creencias  y  de  sensibilidad
          que  le  rodeaban.  Por  eso  afirma  su  carácter  de  indio,  y  particularmente  de
          indio  inca;  reclama  los  derechos  y  la  valoración  que  al  Imperio  incaico  co-
          rresponden;  pero  al  mismo  tiempo  justifica  y  aprecia  la  Conquista,  y  aun-
          que  no  trepida  en  condenar  la  codicia  ávida,  la  crueldad  sin  motivo,  la
          incomprensión cotidiana  y funesta,  no vacila  tampoco  en proclamar las  razones
          históricas  de  los  conquistadores.
               Se  le  recortaría  mezquinamente,  sin  embargo,  si  se  pensara  que  elogiaba
          a  los  Incas  porque  su  madre  era  Palla  imperial  y  que  defendía  a  los  con-
          quistadores  porque  su  padre  había  sido  uno  de  ellos.  La  concepción  de
          Garcilaso  era  más  profunda  y  es  secundario  que  se  piense  que  estuvo  o  no
          estuvo  equivocada.  El  Inca  Garcilaso  no  presenta  en  el  cuadro  americano
          la  contraposición  habitual  entre  la  bondad  del  religioso  y  la  rudeza  del  en-
          comendero,  o  entre las  virtudes  de  las  Cédulas  Reales  y  los  vicios  o  engaños
          en  su  ejecución.  Para  él,  por  lo  contrario,  los  encomenderos  constituían,  o
          debían  haber  constituido,  el  núcleo  regulador  y  constructivo  que,  a  despe-
          cho  de  los  recelos  y la  incomprensión  de  la  Corona,  podía  haber  servido  para
          la  integración  del  Nuevo  Mundo.  A  diferencia  de  los  soldados  con  mucha
           frecuencia  revoltosos,  de  los  mercaderes  casi  siempre  egoístas  y  de  los  fun-
          cionarios  de  frialdad  burocrática,  los  encomenderos  o  "vecinos"  representaban
           para  él  el  afianzamiento  en  la  tierra,  la  vinculación  biológica  y  sentimental
          con  los  indigenas,  la  comprensión  de  la  naturaleza  y  de  lo  que  debía  traerse
           de  fuera  o  lo  que  podía  aprovecharse  de  dentro;  y  en  suma,  en  lugar  de
           combatirlos,  debió  habérseles  impulsado  a  que  hundieran  raíces  en  América
           y  110  se  consideraran  simples  ocupantes  transitorios.
               Por  eso,  con  significativo  afán  de  integración,  en  vez  de  enfrentar  a
           indios  y  españoles,  quiere  vincular  a  unos  y  a  otros  y  dirige  su  Prólogo  "a
           los  indios,  mestizos  y  criollos"  del  Perú,  "el  Inca  Garcilaso  de  la  Vega,  su
           hermano,  compatriota  y  paisano:  salud  y  felicidad".


           Compatriotas  peruanos  y  humanistas  de  Córdoba

               La  afortunada  culminación  de  su  obra  histórica  ("la  Divina  Majestad,
           Padre,  Hijo  y  Espíritu  Santo  ---escribe  en  el  último  capítulo--...  sea
           loada  por  todos  los  siglos  de  los  siglos,  que  tanta  merced  me  ha  hecho  en
           querer  que  llegase  a  este  punto")  acrecentó  los  lazos  que  anudaron  al  Inca
           Garcilaso  no  sólo  con  sus  compatriotas  del  Perú  sino  con  el  docto  coro  de
           los  humanistas  andaluces.

                                          =vr
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