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firmar "por temblarle la mano". El 12 de abril de 1616 alcanzó a cumplir
77 años de edad; pero sólo seis días más tarde, "estando enfermo del cuerpo
e sano de la voluntad", ante el escribano Gonzalo Fernández de Córdoba
(como el Gran Capitán), dictó su disposición testamentaria, que también
quiso firmar pero no pudo. Era un testamento minucioso que señalaba como
principal disposición que se le enterrara sin pompa en la capilla edificada
por él en la Catedral bajo la advocación de las Animas del Purgatorio; pero
a pesar de la prolijidad de los encargos y del recuerdo de criados y amigos
(a su hijo Diego de Vargas, que fue después modesto sacristán de la capilla,
no lo menciona como a tal sino dice, con deliberada ambigüedad, que lo
"ha criado"), la multitud de imágenes que se le agolpó en ese supremo ins-
tante de partida del mundo, le obligó a agregar hasta cinco codicilos y un
memorial privado.
Al cabo, el 22 de abril ( según las lápidas de mármol que se colocaron
seis años después en su capilla), con más probabilidad el 23 (de acuerdo con
el inventario de sus bienes), o el 24 (según la partida de defunción que se
conserva en el archivo de la Catedral de Córdoba), el Inca Garcilaso falle-
ció. En la modesta casa, oscurecida por la ausencia del Inca, ya no quedó
sino el trámite frío de escribanos, testigos y albaceas. El 26 de abril se
inició el inventario que, con algunas suspensiones, se continuó por tres
semanas. Allí constaron varios objetos de plata, una sortija de oro esmaltado
con un diamante, un crucifijo con su pedestal, una cruz grande y negra,
sillas granadinas, arcones, sábanas de Ruán y de lienzo, una pala, una azada,
un azadón, tinajas con aceitunas, tocino de Córdoba, treinta arrobas de
vino, cinco canarios con sus jaulas, un escritorio grande, escrituras de censos,
manuscritos, apuntes. De la afición por armas y caballos que había forjado
en su niñez quedaron como muestras dos arcabuces de rueda, una ballesta
de bodoques y otra de virotes con sus gafas, una corneta grande de mon-
tero, unas espuelas, un alfanje pequeño, una celada grabada, un hacha de
armas.
El inventario de los libros
Pero lo que tuvo singular importancia, como refrendación de la cul-
tura humanística del Inca, fue el inventario de sus libros. Por un lado, figu-
raron las obras religiosas: Biblias, breviarios, Inquiridor de Salmos, Medita-
ciones de la vida del Salvador, Vidas de Santos, las Exposiciones morales de
San Gregario, el Valerio de las historias de la Sagrada Escritura, la Imita-
ción de Cristo; y junto a ellas la Reprobación de las hechicerías de Pedro
Ciruelo y dos Catálogos de los libros prohibidos (entre los cuales su tra-
ducción de León Hebreo). Entre las obras de autores griegos y romanos,
en castellano y en latín, aparecían libros de Aristóteles, las Vidas paralelas
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