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de Plutarco, la Historia de la guerra del Pefoponeso de Tucídides, un libro
de Ovidio, la Eneida de Virgilio, dos Comentarios de Julio César, las Tra-
gedias de Séneca, la Farsalia de Lucano, Epigramas de Terencio, Sentencias
de Cicerón, las Vidas de los doce Emperadores de Suetonio, la Historia de
Roma de Polibio, historias de Salustio y de Flavio Josefa.
La bien formada coledón de libros de autores italianos comprendía:
obras de Dante y de Petrarca, la Caída de Príncipes, el Filocolo, el Laberinto
de amor y, al parecer, el Decamerón de Boccaccio; El Cortesano de Castiglio-
ne, los Razonamientos de Aretino, obras de Bembo, de Savonarola, de Tor-
cuato Tasso, de Alejandro Piccolomini, el Orlando furioso de Ariosto, el
Orlando enamorado de Boiardo, los Diálogos de Amor de León Hebreo,
los comentarios a Platón de Marsilio Ficino, la Antigüedad de Roma de
Andrea Fulvio, las Historias del Reino de Nápoles de Collenuccio, la His-
toria de Italia de Francisco Guicciardini.
En cuanto a obras de autores españoles, el conjunto era menos repre-
sentativo y menos vasto: al parecer la Historia de los godos de San Isidoro
de Sevilla, obras de Fray Luis de Granada, el De ars dicendi de Luis Vives,
el De rege et regis institutione de Mariana, las Súmulas de Soto, las Epístolas
familiares de Guevara, la Silva de varia lección y el libro De los Césares de
Pedro Mexía, la Retórica de Francisco de Castro, las obras de su amigo Ber-
nardo de Aldrete, unos Barones ilustres de España que pudieron ser de
Fernando del Pulgar o de su deudo Fernán Pérez de Guzmán, el Examen de
ingenios de Huarte de San Juan, la Crónica de las tres Ordenes militares de
Rades Andrada, De la naturaleza del caballo de Fernández de Andrada. Pero
aparte de la Celestina de Fernando de Rojas, de una Compilación de Juan
de Mena y de la primera parte del Guzmán de Alfarache de Alemán, sor-
prende la escasez de obras de recreación o de vuelo imaginativo y creador,
si es que no se habían extraviado con el tiempo o habían quedado en su
casa de Montilla. No hay una sola novela de Cervantes, ni una comedia de
Lope de Vega, ni un ejemplar de las obras poéticas de su otro deudo insigne,
Garcilaso de la Vega el toledano.
En cambio, son varios los libros de historia del Nuevo Mundo o de
las Indias que se consignan en el inventario. Con la extraña excepción de
1a Historia de Agustín de Zárate (tan a menudo citada por el Inca), aparecen
allí el Diario de navegación de Cristóbal Colón, la Historia general y natu-
ral de las Indias de Gonzalo Fernández de Oviedo, la Crónica del Perú de
Cieza de León, la Historia general de las Indias de Gómara, la Historia del
Perú del Palentino, la Historia natural y moral del Nuevo Mundo del Padre
José de Acosta, las Elegías de varones ilustres de Indias de Juan de Caste-
llanos. Y como obras del propio Garcilaso, cuatro libros de La Florida y
quinientos libros, "poco más o menos", de la Primera parte de los Comen-
tarios Reales; cifra elevada y sorprendente que hace suponer las taxativas y
las dificultades para su difusión en España y América.
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