Page 133 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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OCUPACION DE LAS COSTAS DEL ASIA MENOR 127
Entre los personajes que habían abandonado la corte de Pella a la muerte
de Filipo estaba Amintas, hijo de Antíoco, cuyo hermano Heráclides mandaba
la ila de caballería de Botiaia; aunque Alejandro lo había tratado siempre bien,
huyó de Macedonia, bien porque se sintiese culpable de algo, bien porque abri
gase secretos designios, y fué a refugiarse a Efeso, donde la oligarquía le colmó
de honores. Después de la batalla del Gránico, Memnón huyó con algunos res
tos de las tropas derrotadas hacia las costas Jonias y se refugió también en Efeso.
La noticia de la derrota de los persas había producido en esta ciudad la más
intensa emoción; el pueblo confiaba en reconquistar la democracia y la oligarquía
veíase en un grave peligro. En estos momentos, apareció ante la ciudad Memnón;
la facción de Sirfax apresuróse a abrirle las puertas y, en connivencia con las
tropas persas, empezó a atropellar brutalmente a la facción del pueblo; el sepul
cro de Herofto, el libertador de Efeso, fué pisoteado y profanado, el tesoro
sagrado del gran templo de Artemisa saqueado, la estatua del rey Filipo que se
levantaba en el templo derribada; en una palabra, cometíanse todas aquellas tro
pelías que suelen deshonrar los últimos días de la tiranía más todavía que los
primeros. Entre tanto, el ejército victorioso de Alejandro estaba cada vez más
cerca; Memnón habíase trasladado ya a Halicarnaso para tomar allí las medidas
defensivas más enérgicas que la situación le consintiese y Amintas, que no se
sentía muy seguro ante la excitación del pueblo ni consideraba tampoco posible
defender la ciudad contra los macedonios, se apoderó, en unión de los mercena
rios que andaban por allí, de dos trieras surtas en el puerto y huyó a refugiarse
cerca de la flota presa, la cual se había presentado ya en el mar Egeo, con una
fuerza de unas cuatrocientas velas. Apenas el pueblo se vió libre de las fuerzas
armadas, se levantó en un movimiento general de indignación contra el partido ·
oligárquico; Sirfax, su hijo y los hijos de sus hermanos se refugiaron en el templo,
pero el pueblo, furioso, los arrancó de junto a los altares y los lapidó; luego, fué
en busca de sus partidarios, para aplicarles el mismo castigo. En aquel momento,
un día después de la huida de Memnón, entró en la ciudad Alejandro, puso
fin· a la matanza, ordenó que los desterrados regresaran y que la democracia
quedase implantada ya para siempre; mandó que se destinaran al templo de Arte
misa los tributos que venían pagándose a los persas y extendió el derecho de asilo
del templo hasta un estadio más allá de sus escaleras. Es posible que este nuevo
deslinde de los dominios del templo respondiese, entre otras cosas, al deseo de
prevenir los futuros litigios entre el templo y la comunidad política; lo cierto
es que la mediación del rey puso fin a las discordias en el seno de la comunidad,
“y si algo redunda en gloria suya —dice Arriano—, es precisamente lo que enton
ces hizo en Efeso”.
Estando todavía en Efeso, llegaron diputaciones de Trales y de Magnesia
sobre el Meandro para hacerle entrega de estas dos ciudades, las más importantes
de la Caria septentrional; Parmenión fué enviado con un cuerpo de tropa de
5,000 hombres de infantería y 200 de caballería a tomar posesión de aquellas
plazas. Al mismo tiempo, se destacó hacia el norte, hacia las ciudades eólicas y