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384 LAS BODAS DE SUSA
que abarcaba la tienda era de cuatro estadios. En medio de la sala aparecía la
mesa cubierta y servida, a un lado de la cual se habían colocado los divanes de los
novios, que descansaban sobre patas de plata y estaban cubiertos por tapices de
bodas, menos el del rey, situado en el centro, que era de oro; frente a ellos los sitios
para los invitados del rey; alrededor, las mesas para los embajadores, para las per
sonas extrañas al campamento, para el ejército y la marinería de la flota. Los
trompeteros del ejército dieron desde la tienda real la señal de que empezaba
la fiesta. Los invitados del rey, en número de nueve mil, sentáronse a sus mesas.
Los toques de trompeta volvieron a anunciar que en aquel momento el rey hacía
su ofrenda a los dioses; sus invitados le acompañaban, ofrendando también, cada
cual con su escudilla de oro, regalo de fiesta del rey. Nuevos toques de trompeta,
y entró en la tienda real el cortejo de las novias, veladas a la usanza persa, y las
hijas de los príncipes fueron a reunirse cada una con su correspondiente novio:
Estateira, la hija del gran rey, con Alejandro; su hermana menor Dripetis con Efes
tión, favorito del rey; Amastris, hija de Oxatres y sobrina del gran rey, con
Crátero; la hija del príncipe meda Atrópates con Pérdicas; Arta cama, hija del
anciano Artabazo, con el lágida Tolomeo, oficial de la guardia, y su hermana
Artonis con Eumenes, escribano secreto del rey; la hija del rodio Mentor con
Nearco; la hija de Espitámenes de Sogdiana con Seleuco, el jefe de los jóvenes
nobles, y así sucesivamente, cada princesa con el novio que le había sido asignado.
La ceremonia nupcial fué seguida de cinco días de fiestas. Las embajadas,
las ciudades y provincias del imperio, los aliados del Asia y de Europa entregaron
al rey incontables regalos de bodas; solamente las coronas de oro ascendían a la
suma de 15,000 talentos. Alejandro, a su vez, concedía dádivas a manos llenas.
Muchas de las novias eran huérfanas, pero él veló por ellas como un segundo
padre; dió a todas una dote regia, hizo a todos los que se casaron en aquel día
fabulosos regalos y dotó a todos los macedonios que tomaron por mujer a una
asiática, habiéndose inscrito, según se cuenta, más de 10,000. Nuevos banquetes
y expansiones, desfiles solemnes, fiestas y diversiones de todas clases llenaron los
días siguientes.* El campamento estaba lleno de alegría y de gozosa animación;
aquí, rapsodas y arpistas de la ,Gran Grecia y de la Jonia, allí volatineros y
equilibristas de la India, más allá magos y artistas ecuestres de los países persas,
danzarinas helénicas, flautistas, compañías de cómicos. Se celebraron también
representaciones dramáticas —era la época de las grandes fiestas dionisias—,
entre ellas tina obra satírica, Agen, compuesta al parecer por el bizantino Pitón,
llena de ¿legres burlas sobre la fuga de Harpalo, el tullido tesorero mayor del
reino. El heraT3o pasó anunciando que el rey hacía suyas y pagaría de sus fondos
las* deudas del ejército, por lo cual todos debían inscribir inmediatamente las
sumas que adeudaban para proc'eder a pagarlas. Al principio, fueron muy pocos
los que se inscribieron; los más, sobre todo los capitanes y oficiales, temían segu
ramente que aquello fuera un ardid de Alejandro para descubrir a quiénes no les
alcanzaba la soldada y gastaban con exceso. Cuando aquello llegó a oídos del rey,
censuró a quienes desconfiaban de su palabra y mandó poner mesas en distintos