Page 389 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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386 LAS BODAS DE SUSA
cargado de años y cayó enfermo por primera vez en su vida encontrándose ya en
Persia. Un día le dijo al rey que no quería morir de enfermedad, pues sería más
hermoso terminar sus días antes de que los sufrimientos físicos le obligaran a
abandonar sus reglas>anteriores de vida. De nada sirvieron las objeciones de Ale
jandro; el penitente le dijo que en su país nada se consideraba tan indigno del
hombre como el dejar que las enfermedades turbasen la serenidad del espíritu
y que los preceptos de su religión le obligaban a subir a la hoguera y morir en
ella. Alejandro, viendo que no se conseguiría nada con tratar de disuadirle, mandó
al oficial de la guardia Tolomeo que preparara la hoguera para el holocausto y
dispusiera con la mayor solemnidad posible todo lo demás. Al llegar el día seña
lado, desfiló el ejército desde bien temprano, en formación solemne, la caballería
y la infantería con todo su armamento y los elefantes de guerra con sus arreos
completos; venían luego grandes filas de gentes con incienso y otras portando
escudillas de oro y plata y ropajes regios, para arrojarlos a las llamas con el
incienso; en seguida, el propio Cálanos; como ya no podía andar, le habían lleva
do un caballo niséico, pero no pudo tampoco montarlo y lo transportaban en
unas angarillas. Cuando el cortejo hubo llegado al pie de un gran montón de leña
preparado para prenderle fuego, Cálanos bajó de las angarillas, despidióse con un
apretón de manos de todos y cada uno de los macedonios que le rodeaban, les
dijo que en memoria suya pasaran el día en alegre fiesta con su rey y que pronto
volvería a ver a este en Babilonia; regaló a Lisímaco el caballo que le había sido
destinado y las escudillas de plata y oro y los vestidos regios a los circunstantes.
Hecho esto, el penitente hindú empezó a prepararse para morir; se roció como
si fuese una bestia destinada al sacrificio, cortó un mechón de su pelo y lo con
sagró a la divinidad, se coronó a la usanza de su tierra, cantando himnos hindúes,
y subió al montón de leña; desde allí, tendió por última vez su mirada sobre el
ejército congregado, volvió la vista hacia el sol y cayó de rodillas, orando. Era
la señal convenida; se prendió fuego al montón de leña, las trompetas del ejército
empezaron a tocar, las tropas lanzaron sus gritos de guerra y los elefantes exhala
ron roncos bramidos, como si quisieran honrar ellos también el holocausto de
aquel penitente de su país. El moribundo seguía postrado de rodillas, orando
sobre la hoguera, inmóvil, y así continuó hgsta que las llamas lo envolvieron y lo
ocultaron de la vista.
Arriano dice que Alejandro no quiso presenciar la muerte de aquel hombre
a quien había tomado afecto. Y cuenta a este propósito lo que el más viejo de
aquellos penitentes, el maestro de los demás, contestó cuando le comunicaron
que el rey deseaba verle: “Si él es hijo de Zeus, también lo soy yo, y no apetezco
nada de lo mucho que Alejandro tiene por suyo ni temo nada de cuanto pueda
hacer contra mí; mientras viva, me basta con lo que produce la tierra hindú, que da
todos los años los frutos correspondientes a las estaciones, y cuando muera me veré
libre de la incómoda compañía de mi cuerpo y disfrutaré de una vida más pura” .
Y también se refiere que, comentando con asombro la muerte de Cálanos, Alejan
dro dijo: “Ese ha sabido vencer a enemigos más poderosos de lo que yo soy.”