Page 215 - Mahabharata
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2. El salón 195
Nadie en la corte aprobó este vil complot, pero el rey, como de costumbre, era un
juguete en las manos de su hijo y su mente fue poseída de nuevo por el pensamiento de
que la riqueza de los pandavas sería suya. Gandhari oyó esto y dijo:
—Hijo mío, desearía que hubiéramos aceptado el consejo de Vidura y te hubiéramos
destruido tan pronto como naciste. Tú eres la raíz de esta terrible injusticia. Aún no es
demasiado tarde, escúchame: Si te arrepientes y desistes de cometer más pecados, los
pandavas incluso se olvidarán de sus juramentos y te perdonarán la vida. No coacciones
a tu padre, él se deja llevar muy fácilmente.
Dhritarashtra dijo:
—No puedo negarle nada a mi hijo.
Y envió un mensajero a los pandavas pidiéndoles que regresaran a Hastinapura. El
mensajero les alcanzó y le dijo a Yudhishthira:
—El rey, tu tío, quiere que vuelvas a Hastinapura; quiere que vuelvas a jugar un
nuevo juego de dados y en él decidirlo todo. Yudhishthira dijo:
—El Creador ha ordenado las acciones de cada hombre; tanto su buena como su mala
fortuna están en las manos del destino. No podemos hacer nada, ni podemos decidir qué
hacer, ya ha sido ordenado. Ahora sólo sé una cosa y es que tendré que jugar de nuevo
a ese odioso juego, sabiendo muy bien que me va a robar todo lo que tengo; debo ir y
jugar de nuevo.
Los pandavas volvieron a Hastinapura.
Capítulo XVII
EL DESTIERRO DE LOS PANDAVAS
RA la misma sala, los mismos dados y el mismo Sakuni con la misma sonrisa siniestra.
E Todo era igual, sólo que en la mente de Yudhishthira había una gran infelicidad. Un
hombre inferior hubiera expresado sus sentimientos: su ira en contra del rey, pero no él.
Yudhishthira se sentó y Sakuni enunció las condiciones estipuladas para la apuesta, dijo:
—Toda vuestra fortuna depende de lo que digan los dados, esta vez el ganador será
el señor de toda la tierra de los kurus. El perdedor tendrá que vivir en el bosque durante
doce años y pasar un año más oculto, no debe ser reconocido, si de algún modo se
revelase su identidad, deberá permanecer doce años más en el bosque.
Yudhishthira bajó la cabeza asintiendo en silencio. Todo el mundo trató de prevenir
de Yudhishthira de que no jugase, pero él no escuchaba, su rostro estaba tranquilo como
la superficie de un lago. Sakuni cogió los dados en sus manos, los odiosos dados rodaron
por el suelo y Sakuni exclamó:
—¡Gano!