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Aquí te entrego este recipiente de cobre. Consérvalo, pues siempre estará lleno. Tan
pronto como Draupadi comience a servir, sacando el alimento del recipiente, obtendrá
tanta comida como quiera. Su prodigalidad es infinita.
Yudhisthira recibió el recipiente con gratitud. Luego dirigiéndose a sus hermanos y a
Dhaumya les dijo:
—Ya ha acabado mi infelicidad. Ahora puedo agasajar a estos brahmanes que depen-
den de mí.
Todos se pusieron en camino hacia un bosque llamado Kamyaka. Mientras tanto en
Hastinapura, Dhritarashtra pasaba días de miseria. Ahora se daba cuenta de lo injusto
que había sido con los pandavas, pero no se atrevía a enfrentarse a las consecuencias de
sus propias acciones. Mandó llamar a Vidura y le contó sus temores. Le dijo:
—Todo el mundo me mira con desprecio y disgusto. Los ciudadanos no nos aman ni
tampoco los otros miembros de la familia real. Soy muy infeliz. Por favor consuélame.
Vidura le contestó:
—Sólo puedo sugerirte una cosa, y estoy seguro de que no te gustará. De todos modos
te lo diré ya que me lo has pedido. Si realmente te arrepientes de tus pecados, tienes que
mandar que traigan de regreso a los pandavas y debes tratar de ponerte a bien con ellos.
Deberías devolverles su reino. El hombre, al fin y al cabo, está lleno de pensamientos y
acciones pecaminosas. No sabe proveer el futuro y decidir en consecuencia cómo actuar.
Pero ahora sabes lo que va a pasar y me has dicho que lamentas lo que les has hecho
a tus sobrinos, así que debes arrepentirte. En el fuego del arrepentimiento incluso el
peor de los pecados será quemado. En tus manos está ahora deshacer lo que Sakuni te
ha coaccionado a hacer. Tendrás una fama duradera si mandas traer de regreso a los
pandavas y les devuelves su reino. Si no lo haces, entonces prepárate para enfrentarte a
la muerte de todos tus hijos. No pienses ni por un solo momento que las palabras de los
pandavas son sólo palabras. Los pandavas son hombres de acción. Ellos harán lo que han
jurado hacer. Todavía puedes evitar la tragedia que amenaza recaer sobre ti. Yudhisthira
es un hombre que nunca guarda rencores. En cuanto sepa que estás arrepentido hará
que sus hermanos abandonen también su odio. Así y sólo así, puedes evitar la amenaza
que se cierne sobre ti. Debes renunciar a esa predilección por tu hijo. Ese tipo de amor
no es sano, ni tampoco bueno.
Dhritarashtra estaba alterado por las palabras de Vidura y le dijo:
—¿Cómo puedo hacer algo así? ¿Cómo voy a renunciar a mi amor por mi hijo
primogénito por el bien de los hijos de mi hermano? Tus palabras no me agradan. Vine
buscando consuelo en ti, pero tú en cambio tratas de herirme y pedirme que haga lo
imposible. No te quiero aquí. Ya tanto me da si te quedas, como si te vas. Haz lo que te
plazca.